Revista del Pensamiento Político

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Una revolución de las conciencias

DEBATE

 Sergio A. Cervantes

Corría el año de 1985 cuando el pueblo de México atisbó por primera vez la posibilidad del surgimiento de un movimiento político que le disputara por primera vez el poder al PRI. Cuauhtémoc Cárdenas había decidido emprender una ruta democrática en pos de la presidencia de la República. Para tal fin convocó a todas las fuerzas progresistas del país a sumarse a su lucha de reformar el sistema y cambiar el rumbo neoliberal que había emprendido el gobierno de Miguel de la Madrid.

El pueblo se volcó en su apoyo. Las cúpulas del PRI no quisieron sumarse, porque todos pensaban que Cárdenas no tenía ninguna oportunidad frente a la aplanadora. El movimiento que Cuauhtémoc conformó estuvo integrado por gente con ideales y convicciones revolucionarias, decididos a emprender una profunda transformación de las estructuras sociales, ya para entonces anquilosadas.

En 1988 se perpetró el primer gran fraude de la era moderna y se abortó la posibilidad de un cambio democrático y una revolución social desde abajo. Se inició desde entonces la ruta de la larga marcha: construir un partido político que representara los intereses del pueblo y que luchara sin cesar a través de la vía política por un cambio verdadero. Se empezaron a forjar liderazgos de gran valía, auténticos y honestos, y a ganar territorios que estarían para siempre identificados con la esperanza de un gobierno incluyente y progresista, de fuerte raigambre popular.

El ejercicio del poder corrompe sin un buen sistema de vigilancia y castigo. Eso pasó con el PRD, partido crisol de todas las fuerzas progresistas y socialistas. Se atomizó en una maraña de corrientes que hicieron de la claudicación de los ideales originarios su modus vivendi y convirtieron el ejercicio de la política en una plaza pública. Aun así, de las entrañas de ese Prometeo surgió un político joven, decidido y tenaz que logró convencer de nuevo al pueblo de México de la necesidad de un cambio desde abajo.

Andrés Manuel López Obrador lanzó su candidatura en 2006 por la presidencia de la República. Lo hizo convencido de que la derecha no representaba ese cambio que el pueblo necesitaba. El país se estaba cayendo a pedazos y estaba siendo puesta a remate toda su riqueza natural. El pueblo en masa se levantó a apoyar al heredero directo del movimiento popular del año 88, convencido de que daría continuidad a la idea de un gobierno del pueblo, emanado desde las bases y representante directo de las mismas bases. Paralelo a los partidos se construyó esa estructura en forma de comités ciudadanos, cuyo fin no era exclusivamente servir como un reservorio de votos, sino de ejercer el poder al lado de este líder que los había convocado a dar la lucha en las calles y en las urnas.

Un nuevo y más monstruoso fraude electoral se hizo presente. La idea era reventar el liderazgo de López Obrador y hacerlo desistir de su intento de alcanzar la máxima magistratura. Entre todos se decidió que tenía que seguir en la lucha representando los intereses legítimos del pueblo de México. Mientras tanto, los gobernantes espurios empezaron a atentar contra la vida de los luchadores sociales y a poner a remate nuestra nación. Se desplegó una resistencia popular por el lapso de 12 años, tiempo en el que la oclocracia mexicana llegó a niveles de ignominia impensables.

El pueblo de México ya no aguantaba más, estaba al borde de un estallido social derivado de décadas de opresión, corrupción y marginación social. Con la intención de evitar un nuevo fraude electoral, el equipo de AMLO abrió todas las compuertas del movimiento a cualquier ciudadano mexicano que quisiera participar en el cambio, independientemente de su ideología, religión, condición social y pasado político. El objetivo era recolectar un enorme caudal de votos que hiciera imposible un nuevo fraude electoral. Aunque el llamado a la incorporación era incondicional, muchos se aprovecharon de su posición política y económica para ocupar candidaturas regionales con una visión patrimonialista alejada del ideario de no mentir, no robar y no traicionar al pueblo.

Se llegó el 2018 y por fin advino el triunfo de la verdadera democracia. El viejo régimen se desplomaba hecho añicos por una votación masiva a favor del nuevo partido, MORENA, y su proyecto político de Cuarta Transformación. En esa gran ola democrático-electoral arribaron junto con el presidente un sinnúmero de compañeros con escasa trayectoria de lucha desde la izquierda y con una muy delgada capa de compromiso con lo que el presidente estipulaba debía ser la Cuarta Transformación. Las distorsiones e incongruencias en el ejercicio del poder a nivel de estados y municipios, y en los congresos tanto federales como estatales, hicieron aparición muy pronto. El partido Morena poco pudo hacer para solventar esta situación.

El presidente empezó a gobernar solo, totalmente desacompasado de los poderes estatales y municipales de su propio partido. Cada quien traía su propia agenda, su muy particular forma de interpretar la 4T. La administración pública regional quedó copada por funcionarios del antiguo régimen que continuaron asumiendo la misma política excluyente en relación con las mayorías. La lucha de facciones empezó  a cundir por todo el tejido gubernamental y nadie quiso asumir de plano sus responsabilidades obedeciendo a un cálculo político que tomaba en cuenta lo que quedaba todavía por ganar en las elecciones intermedias, catapulta para el próximo gobierno nacional.

¿Dónde quedó el no ser un vulgar ambicioso, el no luchar por un puesto, sino por un cambio verdadero, el no entretejer el poder político con el poder económico, el no robar, no mentir y no traicionar al pueblo, verdadero beneficiario de la nueva forma de hacer política? Ahora que se vienen las elecciones de 2024, vemos muchas ambiciones desbocadas, amenazas de romper con la unidad partidista y de desconocer el proceso de selección del candidato/a.

El presidente de la República y Morena deben pensar muy bien qué derrotero quieren que siga la 4T. Por un lado está el camino de las componendas desde arriba, de los trueques, del tráfico de influencias, de utilizar el poder económico para acceder al poder político comprando voluntades y conciencias; el camino de transigir con los cacicazgos enquistados por todo el cuerpo social y que  están esperando la mínima oportunidad para regresar al viejo régimen de corrupción al poder; por el otro, está el camino original de un progresismo desde abajo dirigido y sustentado por las grandes masas de obreros y campesinos, pequeños productores, comerciantes, intelectuales y profesionistas de todo cuño, que apoyaron con todas sus fuerzas esta revolución pacífica para que sus demandas fuesen escuchadas y atendidas, tomando su propio destino en sus manos. Por un camino se conduce al mundo de la restauración; por el otro, al mundo de la redención, ¿Cuál queremos seguir?

¿Qué se debe hacer?

  1. Buscar que en Morena se practique la democracia deliberativa y participativa. Las decisiones no deben ser tomadas desde una torre de marfil situada en un centro inamovible, sino que deben ser planteadas a las bases de todos los puntos geográficos para que estas deliberen y lleguen a un consenso. No al elitismo ni al verticalismo como “método” para designar a los candidatos de elección popular.
  1. Los candidatos a puestos de elección deben poseer un fuerte respaldo popular real y no virtual, entendiendo de que sus candidaturas deben responder a los genuinos intereses del pueblo y no a grupos fácticos de poder que buscan acomodarse a la tendencia política ganadora con el fin de que, al final, nada cambie. En Sinaloa, se observa el acecho de grupos de interés que buscan aprovechar la coyuntura electoral para arribar y/o mantenerse en posiciones de poder, utilizando a MORENA como plataforma de lanzamiento. Todo esto ocurre como producto de la ausencia de una estructura partidaria comprometida con las causas populares. No al gatopardismo, sí a la separación del poder político del económico.
  1. Aquellos que ya han ejercido el poder tanto en el poder ejecutivo como en el legislativo, de los estados y municipios, y que no han cumplido con las expectativas y se han convertido en un peso muerto para el partido (por improductivos) se les debe negar la posibilidad de representarnos en un periodo inmediato. Ha faltado liderazgo en los cuadros representativos que emergieron hace ya casi seis años, y algunos no han estado a la altura de las circunstancias. No pudieron o no quisieron aportar lo necesario para consolidar a MORENA como opción propositiva para Sinaloa. Al final, la viabilidad de MORENA se mantiene vigente y con buena aceptación gracias al liderazgo presidencial; hace falta todavía una mayor aportación de los liderazgos locales.
  1. En el estado de Sinaloa deben replicarse las políticas que actualmente están en marcha a través de la 4T. Desde la gubernatura hasta la última presidencia municipal debe existir un compromiso a alinearse con el eje transformador impulsado desde la Presidencia de la República, a saber: combate a la corrupción, transparencia en el manejo de los recursos públicos, austeridad en el presupuesto estatal y el impulso a la democratización de la vida pública, incluyendo a aquellas instituciones que gozan de autonomía, pero que no han podido desarrollar su pleno potencial debido a que se han convertido en escudos políticos de grupos de intereses creados y que contrario al propósito central de la autonomía, han generado estructuras rígidas de poder que inhiben la diversidad de pensamiento.

El partido MORENA en Sinaloa debe elaborar un plan de lucha que busque atender en lo inmediato los problemas más urgentes relacionados con el desarrollo social y económico de los sinaloenses. Nuestro estado necesita un plan de industrialización coherente y creativo; necesita un plan de vivienda que ponga fin a las invasiones y arrabales; y necesita una solución definitiva al problema de los desplazados de la Sierra Madre Occidental, derivada de la violencia ejercida por los grupos paramilitares al servicio del narcotráfico, que han convertido en un “territorio de exclusión” esta gran franja del territorio nacional.P


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