Cuentistas Jóvenes
Había una vez una hermosa niña nigeriana, de cabellera obscura y rizada que amaba leer, su nombre, Chimamanda Adichie. Su mamá decía que a la edad de cuatro años ¡ya sabía leer libros infantiles! y a los siete escribía sus propios cuentos con ilustraciones de paisajes, juegos en la nieve y frutas, pero todos sus personajes eran de tez blanca y ojos azules. Después de un tiempo, Chimamanda se dio cuenta de que niñas como ella, de tez chocolate y cabello rizado, podían escribir libros. Cuando cumplió diecinueve años, Chimamanda se fue a estudiar a una universidad en Estados Unidos, allí conoció a una compañera quien se sorprendió al escucharla hablar inglés, Chimamanda le dijo- Hablo Inglés, pues es el idioma oficial de Nigeria, mi país- tristemente se dio cuenta de que su nueva amiga conocía muy poco de Nigeria y que lo único que sentía era lástima por ella y los nigerianos, pues sólo había escuchado hablar de catástrofes, como inundaciones, pobreza, niños y niñas muriendo de hambre y sida. Chimamanda comenzó a entender que ésa era la única historia que su amiga había escuchado de África y le dijo – Cuando se muestra a un pueblo sólo como una cosa, una única cosa, una y otra vez, al final lo conviertes en eso- y pensó – ¿y si mi compañera conociera de la cirugía de corazón hecha en un hospital de Lagos, Nigeria, la semana pasada? ¿Si conociera la música nigeriana contemporánea creada por grandes músicos? ¿Y si conociera a Lao Ga, quien fue a la corte en Nigeria para cuestionar una ridícula ley que requería de la aprobación de su esposo para renovar su pasaporte? ¿Y si conociera a mi maravillosa trenzadora, quien acaba de iniciar su negocio en extensiones de cabello? Se propuso, entonces, demostrarle a su amiga y al mundo entero lo contrario y empezó a escribir un libro que tituló “El peligro de la historia única”, con el cual ha demostrado que los estereotipos no reflejan la realidad e, incluso, pueden ser causantes de discriminación. Cada Verano, Chimamanda regresa a casa a dar clases de escritura y se impresiona de la gente que quiere aprender a escribir historias.
Junto a su mejor amigo formó la organización Fondo Farafina para impulsar la lectura y escritura en su país y cumplir el sueño de construir grandes bibliotecas, mejorar las bibliotecas existentes, proveer de libros a las bibliotecas y organizar talleres de lectura y escritura para todos los que quieran contar las muchas historias. Con ello, Chimamanda le ha demostrado al mundo que las historias importan, que las historias pueden dar poder y humanizar y pueden reparar la dignidad de un pueblo.
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