¿Cómo afecta un modelo de crecimiento?
Cristina Ibarra Armenta
El renovado interés de empresas provenientes de otros países por invertir en México en la producción manufacturera derivado del proceso de Nearshoring, ha elevado significativamente las expectativas del crecimiento económico en México y se espera que para muchas regiones atrasadas como el sur, pueda ser un proceso lleno de oportunidades que efectivamente incremente el ingreso promedio de los mexicanos y que al mismo tiempo reduzca disparidades de ingreso al potenciar el crecimiento de la región sur con el proyecto del corredor transístmico, misma que ha sido por muchos años la de mayor rezago en términos de ingreso y bienestar, comparado con las regiones con alta presencia de industria manufacturera como el norte, el centro, el Bajío, y la zona metropolitana de Guadalajara. No obstante, contrario a lo que algunos argumentan, la economía no siempre es una ciencia de sentido común, pues los resultados de la llegada de nuevas inversiones a cualquier economía pueden tener o no resultados positivos, lo cual depende del modelo de crecimiento económico, es decir, de las políticas públicas que en materia de economía se implementen.
Los economistas que apoyan la teoría neoclásica y el mayor impulso a las fuerzas del mercado, destacan los elementos positivos de estas fuerzas transformadoras e, incluso, consideraron por mucho tiempo que la liberalización económica lograría disminuir disparidades de ingreso entre países; también, entre los aspectos positivos se destaca que existen transferencias de tecnología, la productividad promedio se incrementa, la llegada de capitales y su eventual exportación de mercancías fortalece la moneda nacional. Por su parte, los políticos, académicos y otros agentes de interés pueden diferir y más bien considerar que los resultados negativos sobrepasan los positivos y destacar que la llegada de inversión extranjera con altos niveles de incentivos, terminar por extraer riqueza, dejando contaminación, pobreza, y menos dinero a las finanzas públicas. La discusión de las corrientes es aún plausible y en la era de la información, habrá quienes utilicen los datos que encuentren para fortalecer su argumento, sea cual sea el partido que tome.
Si bien la llegada de inversión extranjera directa parece con frecuencia esperanzador, el balance de efectos no siempre es positivo para las empresas nacionales, especialmente en ausencia de una política pública que permita a las empresas nacionales insertarse en esta dinámica de crecimiento globalizado, en el que las empresas internacionales puedan vincularse con la proveeduría local que, si bien es cierto, esto depende de varios factores, uno de ellos será la política pública.
Ante ello con el fin de comprobar si efectivamente la liberalización de capitales y el alto flujo de capitales de las empresas multinacionales expandiendo su operación hacia otros países ha tenido efectivamente resultados adversos o positivos. Para ello, no basta con solamente revisar datos de crecimiento económico a nivel macro o regional, para uno o más años, sino es necesario analizar a nivel de industrias, actividades, tipos de inversión, con el fin de discriminar de forma mucho más específica. De especial importancia es la evaluación de largo plazo, pues al momento, por ejemplo, algunos evalúan los resultados del TLCAN en México, tan solo promediando el crecimiento económico nacional posterior al a firma del tratado. Los resultados de estudios empíricos realizados en México pueden resumirse de la siguiente manera:
1. Existen efectos positivos de la llegada de IED (Inversión Extranjera Directa) principalmente a través de transferencia tecnológica, incrementos de productividad, mayor capacitación del recurso humano, efectos indirectos de demanda local.
2. Existen efectos negativos como desplazamiento de inversiones y salida de las empresas locales del mercado.
¿Cuándo ocurre una u otra? La clave está en el tipo de inversión y mercado. Si las empresas son transnacionales que no compiten por proveer al mercado local, entonces podría haber efectivos positivos como los mencionados en el punto uno, pero existe un gran obstáculo: estos efectos toman tiempo en desdoblarse. A veces las empresas traen mucho personal, especialmente directivo y sus operaciones generan empleos de salarios bajos. Además, la consolidación de su cadena de valor en el nivel local es lo que se requiere para que haya una efectiva transferencia de tecnología y la productividad local realmente sea potenciada, pero ello puede tomar más de 10 años, como se ha documentado para el caso de la industria automotriz.
Por el otro lado, la llegada de inversiones extranjeras en actividades que buscan proveer el mercado local, como en el comercio, servicios turísticos, actividades primarias o bien en industrias donde las empresas nacionales no son lo suficientemente competitivas, la inversión nacional termina siendo desplazada, y en ese caso, merece especial énfasis y atención para no desaparecer. En las ciudades fronterizas, por ejemplo, las empresas nacionales no pueden fácilmente convertirse en proveedores para las internacionales, primero por los diferentes tratos fiscales, a la hora de importar, una empresa extranjera bajo el esquema IMMEX y DRAWBACK, no pagarán aranceles, mientras que para una empresa nacional el trato fiscal será distinto; esto además de diversas normas y certificaciones, que requieren inversión, con la que a veces una empresa nacional no cuenta.
Adicionalmente, la llegada de nuevas empresas a una región puede representar retos para la provisión de servicios como transporte público, seguridad, infraestructura y otros más para los gobiernos locales, mientras que la fuerza de trabajo definitivamente lo ve como algo rotundamente esperanzador y positivo, especialmente cuando se trata de empleos bien remunerados, con mejores prestaciones promedio que las que otorguen las empresas mexicanas. Sin embargo, el rápido incremento de la demanda trae consigo procesos de crecimiento en los precios locales, por ejemplo, en la vivienda, alimentación y en general en el precio de la fuerza de trabajo. Así, las empresas locales, sin relación alguna con la industria o el proceso productivo de los nuevos actores, se ven inmersas en nuevas y desafiantes condiciones del mercado. Así, aunque la nueva empresa no esté interesada en participar en el mercado local, su llegada representa cambios significativos, mismos que no son siempre enteramente positivos, como los mencionados. Mientras que, si la nueva empresa tiene como objetivo convertirse en un competidor de la empresa nacional, ello traerá consigo consecuencias aún más hostiles para la empresa nacional.
Si bien, la economía de mercado puede beneficiar a los consumidores a través de la competencia, al incrementarse la oferta de bienes y servicios y potencialmente reducir los precios, las empresas nacionales, especialmente las Mipymes, podrían no estar en condiciones para enfrentar los nuevos retos. Esto puede comprobarse si analizamos el crecimiento económico promedio de México para el periodo posterior a la firma del TLCAN: de 1994 a 2022, el PIB en México creció a un promedio de 2.1%, con algunos periodos más álgidos, y otros con fuertes crisis. Mientras, la IED creció a una tasa promedio anual de 7.4%, por supuesto con picos muy considerables, y las sumas acumuladas de los dos primeros trimestres del 2023, alcanzaron los 29 mil mdd, aunque ha habido otros años con flujos mucho más altos, por ejemplo, el 2013, con un total de 48 mil mdd. Con todo, puede verse que el crecimiento de la IED, ha estado muy por encima del crecimiento promedio del PIB, lo que da un atisbo de que esta inversión no ha generado el crecimiento esperado.
No obstante, no quiero de ninguna manera decir que la llegada de IED al país no ha traído beneficios, especialmente para los habitantes de las zonas que han transformado su estructura productiva, sino más bien, intento decir que hasta ahora el modelo de crecimiento no ha vinculado lo suficiente el crecimiento nacional a la dinámica de crecimiento de inversión extranjera.
El TMEC, sucesor del TLCAN, es un tratado con diversas oportunidades para México, pues incorpora exigencias para nuestro país por parte de sus pares comerciales, a fin de que éste mejore la situación salarial, de derechos laborales, de inclusión femenina e indígena, de impulso a las Mipymes, así como a la necesidad de incrementar la integración regional de la manufactura de autos nuevos. Estos elementos buscan, por un lado, disminuir la ventaja competitiva de mayor mano de obra con bajo precio en México, pero al mismo tiempo tienen por objetivo impulsar que las cadenas de valor se integren de forma más importante con la economía local, pero se necesitan las políticas públicas que impulsen esta inclusión.
En resumen, la presencia de empresas extranjeras catalizan e impulsan el crecimiento de la productividad nacional, regional y local; no obstante, la muerte de nacionales debe evitarse por medio del acompañamiento, y justo el involucramiento de los actores de política pública que permitan que las empresas extranjeras extiendan sus raíces al sistema productivo local, de tal manera que no sean expulsores de inversión, sino catalizadores, que representen oportunidades en todos los sentidos.
Este es el reto que continúa sin atenderse y al momento enciende focos rojos, pues mucho se habla del nearshoring y de las grandes oportunidades de crecimiento para nuestro país, pero hasta ahora la apertura económica en México, no ha impulsado el crecimiento elevado como en las economías asiáticas, lo que tiene que ver con su modelo de desarrollo.
Así, más allá de celebrar las expectativas del aterrizaje de nuevas empresas, es crítico para nuestro crecimiento de largo plazo generar las condiciones que sí lo permitan. Por ejemplo, a través de una política industrial que capacite e incorpore gradualmente a más empresas de capital nacional, que se incluya a los centros de investigación regionales y se evite así a toda costa la pérdida de empresas, mientras se asegura el crecimiento de su productividad. De lo contrario, México está condenando a continuar con bajas tasas de crecimiento promedio, sin importar la llegada inversión directa y de capital, una economía abierta y de mercado, un banco central autónomo y confiable, y en general variables macroeconómicas estables, todo ello producto de políticas neoliberales que sentaron las bases para el crecimiento, pero que no fueron suficientes para inducirlo como se esperaba.
Como comentario final, aludo a Sinaloa como un estado que debe aprovechar esta ola de nuevas inversiones, no porque constituyan per se la panacea del crecimiento, sino porque sin la llegada de industria manufacturera con mayor generación de valor agregado, el estado no logrará su anhelada diversificación productiva que lo encamine hacia un efectivo crecimiento de ingreso que abra paso a nuevas oportunidades de empleo para los jóvenes profesionistas que año con año egresan, y emigran a estados más ricos en busca de mejores oportunidades laborales y de bienestar. P
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