Revista del Pensamiento Político

politeia 97

Anatomía de un Estado totalitario

[Siglo XXI]

Ensayo

Ricardo Mimiaga

Aunque usted no lo crea, en este momento hay individuos que están “trabajando” para diseñar y conformar un Estado totalitario semejante al ideado por el escritor George Orwell en su novela 1984. En esa labor acuciosa se encuentran ahora mezclando ideas viejas y nuevas.[1]

La literatura, así como la historia, nos ha servido de advertencia a varias generaciones. Como sucedió a principios del siglo XX, ahora en las primeras décadas del siglo XXI, aparecen nuevas visiones y preocupaciones acerca de movimientos similares o parecidos a los que Orwell y Hannah Arendt describen en sus obras: política de masas en la que un líder y un partido político afirman representar la voluntad del pueblo.

Hannah Arendt en su obra Los orígenes del totalitarismo[2] desentraña las principales corrientes en la historia europea que influyeron para la erección de los estados totalitarios durante la primera mitad del siglo XX. En su libro, considerado un clásico de la filosofía política, caracteriza las instituciones fundamentales que componen al Estado totalitario, así como la ideología dominante que prevaleció en los regímenes encabezados por Stalin en la Unión Soviética y Hitler en la Alemania nazi. Arendt observaba ambas como los únicos casos de una forma inédita de dominación absoluta y total del hombre por el hombre.

De manera coloquial la expresión totalitarismo tiende a ser una especie de comodín para designar toda dictadura o cualquier régimen autoritario de cualquier época, en lugar de referirse a un régimen que ejerce una dominación total en un país. Arendt sostiene que el totalitarismo en sentido estricto es diferente a otras formas de opresión política, como el despotismo, la tiranía y la dictadura.

Un gobierno totalitario destruye todas las tradiciones sociales, legales, y políticas del país. Transforma las clases sociales en masas, suplanta el sistema de partidos por un partido político único, ya existente, y por un movimiento de masas. Además, opera un sistema de valores tan diferente a todos los demás anteriores. El sentido común no sirve para entender, juzgar o predecir el curso de las acciones que se desarrollarán en su evolución.[3]

Algunos teóricos podrían clasificar al totalitarismo como una forma de tiranía, es decir, como un gobierno en el que el poder es manejado por un solo hombre. Ese supremo poder es totalmente arbitrario, no restringido por las leyes para controlar todo en interés exclusivo del gobernante y es hostil a los intereses de los gobernados.

En opinión de Hannah Arendt la política es un fin en sí: pero cuando se convierte en un medio para obtener algo, ya sea dominio o poder total y absoluto sobre un territorio y su población, riqueza, etc., entonces, deviene en degradación y degeneración.

Es preciso aclarar que la obra de Arendt suscitó una gran controversia durante los primeros años de la década de los años cincuenta del siglo pasado, y ello se debió a que bajo esta categoría novedosa se englobaba a dos ideologías opuestas cuyas fuerzas armadas habían luchado en bandos diferentes durante la Segunda Guerra Mundial y se consideraba por tanto incompatibles: por un lado, el nazismo alemán y por el otro, el estalinismo soviético.

El régimen totalitario no utiliza el terror como medio de intimidación, sino que el terror es su esencia.

Ignoro si Hannah Arendt leyó a Orwell. Lo cierto es que releyendo la novela 1984, después de haberse escrito hace más de 72 años, encuentro que algunos gobiernos populistas y autoritarios pretenden erigirse a semejanza de los gobiernos totalitarios.

Llama la atención que la relectura de Orwell continúe provocando y avivando el tema por medio de sus ideas disruptivas fundadas en la observación ficticia de un Estado totalitario en la década de los años ochenta del siglo XX. Lo preocupante es su visión distópica que no está alejada de la realidad política y social de algunos países. Es indudable que hay signos de decadencia en las sociedades del mundo occidental, y sin exagerar podría sostener que no está alejado el día del surgimiento de uno o varios estados totalitarios en este siglo XXI, a raíz del declive de la democracia como sistema político y otros grandes problemas como el Cambio Climático.

Al analizar los diversos porqués de la caída de la democracia en un país como la Alemania [en el año de 1933] tras su derrota en la Gran Guerra conocida después como la Primera Guerra Mundial, uno puede deducir diversas explicaciones acerca de esa prematura muerte, a pesar de esa robusta constitución política liberal como fue la que estuvo vigente en la República de Weimar (1919-1933) surgida de las cenizas del Imperio alemán. Hay autores muy documentados que explican las causas de esa caída.[4]

Está probado que las constituciones políticas democráticas propician líderes mesiánicos populistas. Arriban al poder por la vía electoral y una vez logrado el triunfo en las urnas inician un proceso para convertirse en dictadores, ese es el caso de Adolf Hitler. Y ese el tema central abordado en el libro de Benjamin Carter Hett, quien revela los intrincados pasos para deshacerse del Reichstag, de sus enemigos políticos [los comunistas] y de los judíos [el pueblo “malo” y despreciado]. Lo advirtió el jurista estadounidense Oliver Wendell Jr., para estar seguros de que esos líderes populistas van a gobernar conforme a la Constitución, así como a las leyes que de ella emanan, deben redactarse teniendo en cuenta al “hombre malo”, no al bueno.

Algunos rasgos de un Estado totalitario del siglo XXI

  • Un gobierno central y autoritario encabezado por un líder mesiánico omnipotente, es decir, todopoderoso, sostenido por las fuerzas armadas, una policía o guardia paramilitar y en algunos casos por el poder del narco.
  • Al inicio, la ruta trazada es y será subvertir la democracia siendo, entre comillas, demócratas. Se establecería una nueva creencia de tipo ideológico, buscando romper el orden preexistente.
  • Una sociedad jerarquizada sometida a una estructura de dominación.
  • Un partido político único y fuerte, integrado de manera total al gobierno central. En el partido habría distinción tajante entre los miembros del bloque “interior” [oligarcas, allegados al líder] y el bloque “exterior” [la mayoría de los miembros que no gozan de privilegios y canonjías].
  • Abrogación de la Constitución Política, de los demás partidos, así como las instituciones democráticas, entre ellas: parlamentos y congresos; organismos constitucionales autónomos, etc.
  • Autarquía como sistema económico.
  • Eliminación absoluta de los derechos humanos y por ende de los derechos colectivos. La intolerancia hacia los disidentes y adversarios es su divisa.
  • Como consecuencia se sustituiría la gobernabilidad democrática por una gobernabilidad armada y despótica.
  • Los métodos fundamentales del totalitarismo son la propaganda, el adoctrinamiento y, una vez en el poder: el terror.
  • Se gobernaría mediante el terror del Estado, bajo la premisa de que “la muerte como amenaza es la moneda del poder”, recordando además que “gobernar significa dominar”. “El régimen totalitario no utiliza el terror como medio de intimidación, sino que el terror es su esencia”. Si la legalidad es la esencia del gobierno democrático y la ilegalidad es la esencia de la tiranía, entonces el terror es la esencia de la dominación totalitaria. El terror total es fácilmente confundido como síntoma de tiranía porque el gobierno totalitario en sus fases iniciales debe comportarse como una tiranía y arrasar con todo el andamiaje jurídico vigente.
  • El fomento del odio como estrategia de dominación social. El odio funcionaría como un combustible para mantener viva a la dictadura y dividida a la población en “buenos” y “malos”.
  • “Lavado de cerebro” a disidentes políticos y miembros de la resistencia.
  • Como medio de adoctrinamiento se promovería una nueva lengua o lenguaje a través de textos de aprendizaje en escuelas [la nuevalengua de la novela 1984].
  • Abolición total o parcial de las religiones e iglesias. Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
  • Supresión de todos los medios de comunicación masiva privados. En su lugar habría un ministerio dedicado a la propaganda oficial a través del cine, radio, televisión, periódicos, boletines, etc.
  • Habría una sociedad basada en la pobreza e ignorancia de las mayorías, pero sin clases medias. El miedo se implantaría como estrategia de control social.
  • Durante siglos, las clases altas no quisieron que los campesinos o la clase trabajadora recibieran educación, ya que temían que el conocimiento los condujera al descontento social y los volviera críticos al monarca o al tirano. En los gobiernos totalitarios sucede algo parecido. No les interesa formar ciudadanos sino súbditos y esclavos disciplinados. Según el historiador Peter Burke la ignorancia es un activo para las dictaduras y un pasivo para las democracias. La simple ignorancia puede ser pasiva, pero los tiranos han mantenido a la mayoría de la gente en la ignorancia de forma activa.
  • Se establecería la estrategia de empujar a los trabajadores a una existencia precaria, manteniendo los salarios en un nivel tan bajo que apenas alcance para su supervivencia hasta el amanecer de un nuevo día de duro trabajo. De ese modo, el trabajo del día siguiente sería una nueva necesidad apremiante, y así transcurrirían todos los días y jornadas laborales.

Un gobierno autocrático, autoritario y militarista

El non plus ultra del gobierno es el líder máximo. Por encima de él no hay otro poder. Es el Big Brother de la novela 1984. Todos los ciudadanos, súbditos, servidores públicos y miembros del partido                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    deben obedecerle y rendirle pleitesía sin objeciones. En el gobierno “desaparecen las decisiones por mayoría y sólo existe la personalidad responsable. Bien es cierto que junto a cada hombre-dirigente hay consejeros que asesoran, pero la decisión definitiva corresponde adoptarla a uno solo.[5]

 Siguiendo la guía establecida por Orwell en la novela, la estructura del gobierno totalitario se compondría de ministerios en lugar de secretarías de Estado:

  • El Ministerio de la Verdad, se ocuparía de las noticias, espectáculos públicos, la educación y las artes.
  • El Ministerio de la Paz, se encargaría de los asuntos militares.
  • El Ministerio del Bienestar, encargado de la salud pública y de atender necesidades elementales de la población.
  • El Ministerio de la Seguridad Interior, se ocuparía de mantener vigilada a la población [similar a la Policía del Pensamiento de la novela 1984 o la Gestapo de la Alemania nazi], aplicar con rigor la ley y administrar las cárceles.
  • El Ministerio de la Abundancia, responsable de los asuntos económicos, industria, agricultura y ganadería, y del mercado interior. También elaboraría estadísticas fantasiosas.

Los eslogans del gobierno que menciona Orwell son:

LA GUERRA ES LA PAZ

LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD

LA IGNORANCIA ES LA FUERZA

Reescribir la historia nacional y local

El pasado debe borrarse, porque lo que se borra se olvida. Sería un asunto primordial del Ministerio de la Verdad reescribir la historia con base a nuevas mentiras.

“La mentira se hace verdad y luego se convierte en mentira otra vez”, afirmaba George Orwell. Por su parte, el escritor Milán Kundera, recientemente fallecido, expresó que “Para liquidar a los pueblos se empieza por privarlos de la memoria. Destruyen tus libros, tu cultura, tu historia. Alguien escribe otros libros, les da otra cultura, inventa otra historia; después, la gente comienza a olvidar lentamente lo que son y lo que fueron”.

Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) para la seguridad interior del Estado totalitario.

El Estado totalitario del siglo XXI debería incluir, cuando menos, diez tecnologías de las más avanzadas:

  1. Identificación de rostros faciales. El reconocimiento facial debe estar basado en bases documentales que las instituciones y dependencias gubernamentales capturan por diversos medios digitales;
  2. Identificador del sitio exacto de dónde se disparó un arma de fuego;
  3. Detector de armas de fuego y explosivos;
  4. Reconocimiento morfológico de delincuentes y adversarios políticos;
  5. Rastreadores electrónicos de vehículos automotores;
  6. Utilización de drones de última generación para dar seguimiento a delincuentes que cometan delitos en flagrancia y también para espiar a disidentes políticos y miembros de la resistencia;
  7. Videocámaras con asistencia de la Inteligencia Artificial en sitios públicos y privados;
  8. Un sistema computacional basado en Inteligencia Artificial que esté interconectado por medio de redes digitales a todas las bases de datos del Estado.
  9. Un software semejante a Pegasus, para escuchar y grabar conversaciones realizadas en teléfonos fijos y móviles.

10. Una flotilla de helicópteros silenciosos, dotados de cámaras y equipo electrónico sofisticado para la vigilancia urbana.

En su libro Mi Lucha, Adolf Hitler aconseja a los aspirantes a líderes de gobiernos totalitarios lo siguiente:

Una ideología que irrumpe tiene que ser intolerante y no podrá reducirse a jugar el rol de un simple “partido junto a otros”, sino que exigirá imperiosamente que se la reconozca como exclusiva y única, aparte de la transformación total -de acuerdo con su criterio- del conjunto de la vida pública. No podrá, por tanto, admitir la coexistencia de ningún factor representativo del antiguo régimen imperante.

Esta intolerancia es también propia de las religiones. Tampoco el cristianismo se redujo a sólo levantar su altar. Sino que, obligadamente, tuvo que proceder a la destrucción de los altares paganos. Únicamente, gracias a esa fanática intolerancia, pudo surgir la fe apodíctica, cuya condición previa consiste precisamente, en la intolerancia.[6]

Quizás en alguna parte del mundo existen tiranos hastiados de tanto poder y provocando, consciente o inconscientemente, ser destronados. Mientras hay otros con vocación de dictador que van avanzando a horcajadas de la democracia decaída. Ellos tienen necesidades, y sueñan con poder satisfacerlas cuando dispongan de un poder ilimitado. No es un tema inane e intrascendente. Sin duda, se atisba un nuevo amanecer para los aspirantes a dictadores.

La historia nos permite observar pautas, comportamientos o conductas individuales y sacar conclusiones. El curso de la historia avanza hacia la meta de destruir lo viejo transformando poderes democráticos e instalando el nuevo poder único y total.

La historia del totalitarismo es una pesadilla de la humanidad de la que aún no despertamos. En algún lugar conocido se repetirá, pero con otras palabras el eslogan “El Hermano Mayor vela por ti”. Y después del desastre alguien dirá para la posterioridad: “La nación lo adoraba y lo siguió ciegamente al abismo”.

Bibliografía

Arendt, Hannah, Los orígenes del totalitarismo, tr. Guillermo Solana, Madrid, Alianza Editorial, 2006.

Carter Hett, Benjamin, La muerte de la democracia, un fascinante recuento de cómo y por qué el partido nazi llegó al poder, tr. Adriana de la Torre Fernández, México, Critica, 2021.

Forti, S., El totalitarismo: trayectoria de una idea límite, Barcelona, Herder, 2008.

Hitler, Adolf, Mi lucha, versión en español de C.E. Araluce, México, Editorial del Partido Nacional Socialista de América Latina, 2023.

Orwell, George, 1984, tr. Miguel Temprano García, México, Penguin Random House Grupo Editorial, 2013.

Serrano de Haro, Agustín, Qué sabes de… Hannah Arendt, Barcelona, RBA Libros, 2019.

Snyder, Timothy, Sobre la tiranía, veinte lecciones que aprender del siglo XX, tr. Alejandro Pradera, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017.

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[1] El escritor británico George Orwell (1903-1950) cuyo nombre verdadero fue Eric Arthur Blair, nació un 25 de junio, hace 120 años. Su lugar de origen fue Motihari, una pequeña ciudad de Bengala, India, cerca de la frontera con Nepal. La novela 1984 lo hizo famoso. Cuando apareció publicada, en 1949, ya le habían sido publicados 12 libros, entre ellos la Rebelión en la granja.

[2] Publicada por primera vez en inglés en EE.UU. en 1951, hay una edición en español de Alianza Editorial publicada en 2006 y reimpresa en 2021.

[3] S. Forti, El totalitarismo: trayectoria de una idea límite, Barcelona, Herder, 2008.

[4] Véase la obra de Benjamin Carter Hett, La muerte de la democracia, un fascinante recuento de cómo y por qué el partido nazi llegó al poder, traducción de Adriana de la Torre Fernández, México, Critica, 2021.

[5] Adolf Hitler, Mi lucha, versión en español de C.E. Araluce, México, Editorial del Partido Nacional Socialista de América Latina, 2023, p. 154.

[6] Adolf Hitler, Op. Cit., p. 156.


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