Los ciudadanos, otra asignatura pendiente de la 4T
Arturo López Flores
“Me entristece saber que la mayor parte de mis compatriotas volvieran a colocarse
las cadenas que les quitamos, en los 80 y los 90, volvieron a votar para que hubiera
un solo partido, una sola voluntad. En nombre de la justicia social, de la soberanía,
de los pobres, de cualquier razón, pero políticamente es una regresión a un
país que pensábamos superado”.
Denise Dresser
En México nunca llegó a concretarse la figura del ciudadano. La defensa de la democracia no fue el argumento ganador en estas elecciones debido a que el gobierno de López Obrador no construyó ciudadanía, sino chairos. La razón de que todo llegue a cambiar radica en la disponibilidad de información que todos los mexicanos estamos teniendo y vamos a tener en los próximos años. Esa información puede llevarnos a destruir al país, como en cierta forma está ocurriendo, o puede llevarnos a construir un país pujante, democrático y sumamente rico. Lo que logremos hacer va a depender, fundamentalmente, de la capacidad que tengamos de hacer un uso inteligente de la información.
Construir un país de y para los ciudadanos parece una empresa mucho más fácil de lo que en realidad es. Los mexicanos hemos sido objeto de todo tipo de teorías, sistemas y estudios. Pero nunca hemos sido ciudadanos. Es decir, personas con plenos derechos políticos, con un sistema legal que nos permita defendernos del abuso de la autoridad o que favorezca la resolución de conflictos entre personas o entre éstas y el gobierno. La gobernabilidad de que el país gozó durante el Antiguo Régimen fue a costa de esos derechos ciudadanos. Lo que cada quien tendrá que revisar para su conciencia es si eso fue aceptable. Es decir, ¿valió la pena la estabilidad política a cambio de esas carencias?
Cada persona tendrá su respuesta particular. Pero hay dos consideraciones que no están sujetas a disputa. La primera es que el sistema político organizado alrededor al PRI fue una respuesta a la realidad nacional post-revolucionaria. Fue una respuesta a la ausencia de instituciones políticas, a la ubicuidad de conflictos sociales y políticos y al fracaso de sucesivos gobiernos, a partir de 1910, de estabilizar al país y de crear un clima propicio al desarrollo económico. Independientemente de los vicios de que vino acompañado el sistema político post-revolucionario, la realidad nacional a la que respondía era muy real. La segunda consideración es que, bueno o malo, efectivo o no, el sistema político post-revolucionario ya se acercó a su fin. Nadie sabe cómo va ser la construcción del segundo piso de la Cuarta Transformación, pero muy pocos dudan del hecho que México vive un cambio de régimen.
EL CONTEXTO DEL CAMBIO
Paul Kennedy, un historiador que en 1987 escribió un controvertido libro intitulado “El ascenso y caída de las grandes potencias”, afirmaba que los cambios que se dan en el mundo en el curso del tiempo no son producto de decisiones individuales, sino de procesos sociales que acaban por transformar todo lo existente. Lo importante del cambio que actualmente sobrecoge al mundo, y del cual México no puede escapar, es la velocidad con que está teniendo lugar. A lo largo de la alternancia de izquierda, los mexicanos nos hemos estando batiendo en una guerra inútil sobre la culpabilidad o inocencia de los gobernantes actuales o pasados por la crisis de pobreza y violencia y corrupción en la que nos encontramos. Más allá de errores específicos o de potenciales conspiraciones para robar o dominar al país, la realidad es que llevamos décadas persiguiendo una nueva piedra de la modernidad sin que existan planos que nos guíen con certidumbre por el camino del futuro firme.
Es el sistema político mexicano, con su falta de representatividad, con la ausencia de contrapesos, con su impunidad, el que ha provocado la crisis recurrente en el país. Los gobiernos indudablemente han tenido la competencia técnica y política para llevar a cabo sus planes. Con lo que no contó fue con la obligación de mirar los efectos de sus actos, obligación que le habría llevado a corregir muchos de sus errores o excesos en el curso del tiempo, lo que a su vez habría evitado la polarización política permanente. El problema residió en que no se contempló la necesidad de transformar las estructuras políticas que impiden el acceso de las personas al desarrollo social y político y que, en conjunto, restringen el desarrollo del país.
EL MUNDO MODERNO QUE NOS ARROLLA
Claudia Sheinbaum puede preparar a México para el cambio que está por arrollarnos o pueden dejarnos indefensos frente a la tromba que viene. Lo que no pueden hacer es impedir que ésta llegue a México, por las mismas razones que no han podido domar a la economía de mercado: porque se trata de fuerzas que están más allá de su control o capacidad de afectación. Lo que sí puede hacer es continuar dañando a la población y continuar impidiendo que los mexicanos nos preparemos no sólo para acoger, sino sobre todo aprovechar constructivamente los cambios que ya se han comenzado a otear en el horizonte nacional.
El mundo está cada vez más unido por redes sociales que llevan datos, noticias, información, palabras, ideas y opiniones, a la velocidad del sonido y a lo largo y ancho del planeta. La información que pasa por esas redes puede ser buena o mala, verídica o falsa, pero de todas maneras está ampliamente disponible a una creciente porción de la población del mundo. La información y su disponibilidad están transformando la manera en que funciona el mundo, las relaciones entre gobernantes y gobernados, entre distintos gobiernos y entre empresas y las entidades gubernamentales diseñadas para regularlas. En el camino se ha abierto la puerta para un desarrollo ciudadano quizá no visto desde que inició la Revolución Industrial a fines del siglo XVIII.
Las revoluciones ocurren cuando la gente comprende que hay una alternativa a su forma de vida. Esto puede ocurrir en un instante o tomar una vía, pero cuando ocurre todo cambia súbitamente. El control de la información que nuestros gobiernos llevaron a cabo por décadas impidió que la mayoría de los mexicanos tuviéramos esa percepción de alternativas; hoy en día la disponibilidad de información a través de vehículos como Internet, televisión por satélite, radio y demás no requiere más que la decisión de emplearla. Está llevando inexorablemente a la integración de los espacios públicos, lo que implica que las noticias de un lugar serán noticias en todos los demás. La capacidad de un gobierno de abusar de sus ciudadanos va disminuir drásticamente. En ese contexto las opciones de los gobiernos van a ser muy simples: o se abocan a darle instrumentos a la población para que cada individuo sea capaz de ser productivo y libre, o condenan al país a la pobreza y al clientelismo político. La agencia Moody´s anticipó este miércoles 5 de junio, que revisará la calificación de México con la entrada de la futura presidenta, Claudia Sheinbaum, y que se centrará en el alto déficit y plan fiscal, las reforma que puede aprobar la mayoría alcanzada por el oficialismo en el Congreso y la agenda para la estatal Petróleos Mexicanos (Pemex). Claudia Sheinbaum recibirá un país con un alto déficit fiscal, un endeudamiento que pone en serio peligro la estabilidad, una expectativa de crecimiento que se redujo de 2.8 a 2.4, según el Banco de México, y un tipo de cambio presionado por los especuladores.
PODER E INFORMACION
En algunos ámbitos en México la información disponible para los ciudadanos es casi tan amplia como la de cualquier miembro del gobierno. Lo que haga el gobierno es analizado por miles de ciudadanos en México y alrededor del mundo: ya no importa lo que lo políticos digan; ahora lo que cuenta es lo que dice el mercado. Lo mismo tendrá que comenzar a ocurrir en otros ámbitos, menos propicios a la diseminación generalizada de la información, como son los debates dentro del gobierno sobre el curso a seguir en un determinado momento. Eso del proyecto de Nación que antes era materia de las élites políticas, ahora, es tema cada vez más sujetos a debate público. AMLO ganó el referéndum del 2024. Y Claudia Sheinbaum va consolidar el continuismo de la Cuarta Transformación.
La elección del pasado domingo anuncia el fin del régimen político tal y como lo conocemos hasta ahora. La consolidación de la democracia como forma de vida, con contrapesos claros, con transparencia, con igualdad y con rendición de cuentas nunca llegó. El régimen que se perfila ahora no es, como han dicho algunos, el retorno al del partido hegemónico que gobernó México durante más de 70 años con instituciones incapaces de erradicar la corrupción y la pobreza. El que se anuncia frente a nosotros es un animal político distinto: es jerárquico, centralista, popular, militarista y con liderazgo que estará formalmente fuera de la silla presidencia, pero presente en la refundación constitucional autoritaria. Es un régimen que tendrá que enfrentar problemas graves tanto en el sector salud y educativo, como en la seguridad y garantía de un Estado de derecho. Todo esto con menos holgura financiera y menos capacidad administrativa.
A esta fórmula hay que agregar el control territorial del crimen organizado que ya opera de facto como un Estado paralelo, con su dolorosa estela de desaparecidos. Claudia Sheinbaum llega a la presidencia con la incontestable legitimidad de más de 35 millones de votos. La mejor noticia es que después de un largo recorrido a favor de la equidad de género, al fin una mujer ocupara ese cargo. Sin embargo, esto no garantiza de manera automática que habrá mayor equidad, mayor diálogo y menor violencia en el país. No garantiza la adopción de una política pública de cuidados, ni un diálogo plural, ni una agenda socialdemócrata que es lo que la mayoría del país espera. La candidata electa no comparte el diagnóstico de la crisis de los derechos humanos que se vive en el país ni tampoco considera que existe la militarización, muy a pesar de que las fuerzas armada siguen acumulando presupuesto y funciones administrativas sin rendición de cuentas.
Después del 2 de junio, Morena y sus aliados gobernarán 24 entidades de la República. A partir de una distorsión derivada de las coaliciones partidistas, Morena y sus aliados, pretenden hacerse de la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y quedarse a tres escaños de la mayoría calificada en el Senado de la República. El porcentaje de votos emitidos por fuerza política no refleja esta realidad. La Constitución (artículo 54) establece límites claros a la sobrerrepresentación y con ello ningún partido político puede contar con un número de diputados que representen un porcentaje mayor a ocho puntos porcentuales a la votación nacional emitida. Existen además criterios que limitan la sobrerrepresentación y verifican la afiliación efectiva de los candidatos al momento del registro de la candidatura. Impedir la burla a la norma y garantizar que todas las voces cuenten, será la única vía de que todos, los votos cuenten y que el Congreso sea espejo de la Nación.
POLÍTICA PÚBLICA ¿PODRÁ EL GOBIERNO DE CLAUDIA SHEINBAUM CAMBIAR?
La realidad actual requiere de un gobierno decidido a crear las condiciones para que ocurran dos cosas y sólo dos cosas: por una parte, procurar que los individuos, sobre todo, los niños, los pobres y los marginados, adquieran las capacidades básicas que les permitan enfrentar al mundo moderno. Esto es enfocar todos los programas de educación, capacitación, subsidios, gasto social y de salud hacia el desarrollo de niños sanos y la incorporación de los pobres y marginados en el centro de la sociedad. Por otra parte, la función del gobierno tiene que ser la de crear las condiciones para que pueda prosperar la actividad económica.
Esto requiere de dos acciones: una, la de alcanzar la estabilidad macroeconómica. La otra, la de desarrollar la infraestructura que haga posible el desarrollo de la actividad empresarial sin interferencias gubernamentales o burocráticas. Esto se logra mediante el desarrollo directo o indirecto de la infraestructura física, así como de un sistema jurídico y judicial independiente y no sujeto a la permanente intromisión y reforma por parte del poder ejecutivo. También se logra mediante la difusión y protección de los derechos de propiedad y el desarrollo de un sistema financiero efectivo, donde lo que importe no sea la nacionalidad del propietario, sino la capacidad de apoyar el desarrollo de las empresas. Todo el resto es contraproducente.
El dilema para el gobierno de Claudia Sheinbaum es extraordinario. De no liberalizar la estructura de decisiones públicas, fortalecer la descentralización política y favorecer una rápida dispersión de la información, el desarrollo económico fracasara; por otro lado, de liberalizar, el gobernó corre el riesgo de enfrentase a desafíos políticos como los que caracterizan al gobierno chino, para los cuales no hay salidas fáciles. La pretensión de que el dilema no existe y de que es posible seguir alimentando la ilusión o la expectativa de que estamos avanzando porque un conjunto de indicadores macroeconómicos claramente muestra mejorías significativas, evidencia ceguera más que visión. Ceguera como la que seguramente caracterizó al régimen de Andrés Manuel López Obrador al pretender que porque nada se movía todo estaba bien.
En el fondo el problema y el dilema mexicano son un tanto distintos. Por años, el gobierno ha pretendido que sabe mejor que el resto de los mexicanos. Lo que el gobierno requiere no necesariamente es cambiar sus políticas, sino incorporar a la población en ellas. Es decir, cambiar sus prioridades. En lugar de predicar sobre la legalidad, para desaparecerla cada vez que no conviene a sus intereses, el gobierno tiene que someterse a ella. En lugar de ignorar a la población, incorporarla. En lugar de estar por encima de los mexicanos, ser parte de ellos. La democracia es una forma más compleja de gobierno, pero mucho más permanente que la autocracia que choca cada seis años.
¿PODRAN LOS CIUDADANOS CON EL PAQUETE DE LA CUARTA TRANSFORMACIÓN?
La información libera y beneficia antes que nada a los ciudadanos. Es por los ciudadanos que la información puede ser una palanca de desarrollo. La información altera la capacidad de la gente de organizarse, de actuar y conocer a sus competidores, adversarios y amigos. En el terreno de la política, la información genera toda una impresionante red de relaciones potenciales con organizaciones no gubernamentales, con partidos, políticos y con medios de presión internacionales. Basta ver a Andrés Manuel López Obrador en Ias redes sociales para observar lo que esto puede implicar. No importa el grupo o interés de cada persona, el hecho es que la disponibilidad de información y los vínculos con otros grupos o intereses a lo largo del país o del mundo abre puertas y vehículos de participación antes impensables. Pero este desarrollo no necesariamente tiene que conducir a la estabilidad o a la evolución política.
La educación de un niño, como la de un ciudadano, consiste precisamente en la creación de condiciones en las cuales ese ciudadano futuro comprenda sus derechos y obligaciones al hacerlos efectivos. El gobierno no puede obligar a nadie a ser responsable pero sí, en cambio, puede proveer toda clase de incentivos para que la población sea extraordinariamente irresponsable. También puede crear los incentivos para que se haga responsable. Cuando resulta más fácil conseguir una cita con un determinado secretario de gobierno mediante la organización de una manifestación en las calles que llamando a la secretaria misma, la población acude a las manifestaciones. En ese caso el gobierno está ofreciendo incentivos a la irresponsabilidad ciudadana que hace que las personas actúen muy racionalmente como políticos, pero no como ciudadanos.
Últimas palabras…
El dilema de la ciudadanía es muy simple, para que exista tiene que ser responsable. Y para que sea responsable se le tiene que dejar hacer uso pleno de sus derechos ciudadanos. Uno de esos derechos es que el gobierno no cambie, arbitrariamente y a conveniencia las leyes y que no imponga sus decisiones por encima de la sociedad. Conceptualmente este planteamiento es muy simple. La gran interrogante del México de hoy es cómo llevarlo a la práctica, ya que la sociedad se pudrió con las políticas clientelares de Morena.
A la gente común no le importa algo tan etéreo como la democracia, su experiencia con los sistemas de procuración y administración de justicia es deprimente, cualquiera que haya visitado una agencia del MP sabe lo que es encontrarse con esa burocracia corrupta e insensible, y qué decir del sistema judicial donde toda la maquinaria se mueve con dinero, sin embargo, la reforma judicial que propone el presidente no aspira a profesionalizar y depurar el poder judicial, sino a convertirlo en un sistema faccioso a su servicio. Ganaron el 2 de junio, quienes portan una cultura cínica y corrupta (“está bien que roben, pero que salpiquen”), porque para el pueblo bueno la realidad es más simple ¿bolsa seca o bolsa llena de dinero? Al tiempo.P
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