El largo y sinuoso camino para enfrentar al poder
Omar Garfias
Es esperanzador que ante el populismo se haya levantado un frente opositor, no obstante las diferencias entre sus partes. Es alentador para el Frente Amplio por México contar con una candidata a la presidencia, competitiva, de origen popular, sin sanciones por corrupción y diferente a la élite política tradicional.
Analicemos tesis, postales y aprendizajes de la experiencia sinaloense.
El referente de comparación
En 2021, en la elección de diputados federales, la coalición PRI-PAN-PRD obtuvo el 34 por ciento de los votos y la coalición oficialista el 52.
En la elección para gobernador, Morena obtuvo 533 mil 313 votos, 48 por ciento; el PRI, 255 mil 221, el 23 por ciento; el PAN, 85 mil 614, el 8 por ciento; el PRD, 17 mil 78, el 1.5 por ciento. Mientras el PT, 19 mil 982 votos, 1.8 por ciento y el Verde 10 mil 536, 1 por ciento.
En el padrón del Frente Amplio por México se inscribieron alrededor de 35 mil sinaloenses.
No son números que indiquen qué hay que seguir haciendo lo mismo, portándose igual.
No ha sido falta de frases de motivación o de autoayuda, esas han sido bastantes; las reformas deben estar en aspectos de fondo, estructurales.
Los números son rotundos también en demostrar que los militantes y estructuras partidistas sinaloenses no son suficientes para ganar.
La disputa de narrativas
En cada mañanera, el tema central es la elección del próximo año.
En Palacio Nacional se construye una narrativa que dibuja una contienda entre el pasado sistema corrupto y enemigo del pueblo y, la continuidad de la 4T.
Tienen un vocero, el presidente, que las encuestas demuestran que tiene credibilidad y un aparato enorme de reproducción.
Si el electorado compra esa explicación, ganarán los candidatos oficialistas.
Lo que requiere el frente es construir una nueva narrativa y constituir voceros legítimos.
La narrativa opositora será fuerte en la medida que incorpore intereses y agendas locales, en nuestro caso, puntos sinaloenses.
Los voceros locales del mensaje deben tener las características que prevalecen entre el electorado: tener vínculos con el pueblo, ser honestos y ser anti sistema.
Lo local es muy valioso y es responsabilidad de los actores del estado.
El viejo rostro, los viejos ropajes de los partidos, aborrecidos por la sociedad civil
Aquí cabe iniciar haciendo una definición conceptual: ¿qué es la sociedad civil?
Un rasgo común de las definiciones hechas por Habermas, Gramsci, Tocqueville o Touraine es que agrupan en esta categoría a todas las personas que no participan en la sociedad política, esto es, a quienes no son miembros de los partidos, del gobierno, de asociaciones políticas y de las instituciones del Estado.
En síntesis, para efectos de este artículo, al hablar de sociedad civil nos estaremos refiriendo a todos aquellos que no son parte de la sociedad política.
Dicho esto, hay puntos importantes que resaltar.
El primero, el Frente debe leer muy bien el hecho de que la candidata que obtuvo el mayor respaldo fue la ubicada más lejos de las estructuras partidarias, la que se reivindicó, incluso, como la no miembro de los partidos.
Eso arroja otro mensaje rotundo: a la sociedad civil no le gustan los viejos ropajes.
Los partidos son necesarios y legalmente imprescindibles, pero no deben insistir con los viejos personajes vinculados al pasado, al sistema, a la élite política. Al menos en la primera fila, mucho menos al frente del Frente.
Presumiblemente, una cantidad importante de la sociedad civil quiere estar segura de que no volverán los errores del pasado, quisiera ver un deslinde serio por parte de los viejos partidos, por ejemplo, una autocrítica de su desempeño en el gobierno y la exclusión de los personajes que le provoca más recelo.
El sistema económico y social previo al 2018 no resolvió muchas de las necesidades básicas y ahondó desigualdades, exclusiones e injusticias.
Muchos de los problemas sociales que padecemos se derivan de malas políticas y deficientes implementaciones de gobiernos pasados.
El gobierno del presidente López Obrador tampoco está superando las carencias sociales, pero eso no exime que los partidos que gobernaron antes den explicaciones previamente a volver a recibir el voto popular.
Vemos a las mismas figuras que antes han sido funcionarios, ahora conduciendo un partido o buscando una candidatura, como si ese pasado en el gobierno nunca hubiese sucedido.
Ni sobre los programas que sí tuvieron buenos resultados han hablado.
Ningún partido y ningún político de oposición han hecho una autocrítica y un análisis de las administraciones municipales, estatales o federales donde han estado.
Admitir los errores es la señal de que no se tiene la intención de repetirlos; es el marco para valorar justamente lo que si funcionó y el indicador que da la perspectiva de que son posibles realidades diferentes a las del pasado.
Otra exigencia fundamental no satisfecha a la sociedad civil es el deslinde de la corrupción.
Ante el grito de hartazgo de corrupción que significó la elección de 2018, los partidos opositores no han reforzado sus filtros éticos. No reaccionaron.
No ha habido ninguna censura sobre los casos más indefendibles de los gobiernos del PRIANPRD.
El tamaño de la derrota que les infligió Morena no les llevó a ser más rigurosos con la fama pública y el modo honesto de vivir de sus dirigentes, no crearon ninguna nueva prueba, ninguna nueva manera de aclarar los señalamientos, ni decidieron someterse a exámenes independientes y autónomos.
Ya no digamos un ejercicio de transparencia de los recursos del partido.
Ningún mecanismo nuevo que generara confianza, como si no lo necesitaran.
Muchos ciudadanos no han visto aplicar una criba estricta que les inspire a votar por las siglas del PRIANPRD.
Los actuales gobiernos morenistas también se baten en escandalosos casos de corrupción pero, malamente, están protegidos por una narrativa que, todavía, los disculpa.
La oposición no tiene ese mismo crédito atenuante con la población por lo que debe ser más estricta y ejemplar con su vínculo con la deshonestidad.
Una parte de la derrota de los partidos se explica por su incapacidad para ser canal de expresión de la inconformidad ciudadana.
Una porción importante siguen pensando que el PRIANPRD representa al pasado que los trató mal.
No les creen que, con ellos, no volverán los malos gobiernos y la corrupción.
Están pendientes las acciones públicas de autocrítica, abrirse al escrutinio de la prensa y de la sociedad civil, publicar la ponderación necesaria de lo bueno, efectuar los deslindes creíbles respectó a la corrupción y marginar a los impresentables.
Van a seguir perdiendo si no corrigen sus incapacidades.
Es irreal pensar que no hay requisitos políticos para recuperar la confianza de la sociedad civil.
Es muy difícil para los políticos dar este paso, tan difícil como a los ciudadanos votar por figuras que no les dan garantía ni confianza en que no vuelva a cundir la corrupción y los malos gobiernos.
Les urge demostrar que no son lo mismo que antes, que no vienen otra vez por el botín.
Demuéstrenlo.
Imaginen nuevos procedimientos, creen nuevas pruebas
Mientras no lo hagan, el Frente no va a tener los votos que necesitan.
El armado de un solo equipo, la convivencia de dirigencias y los espacios para la sociedad civil
La filosofía populista pone énfasis en una división básica: entre las personas comunes y las élites beneficiarias del sistema.
El populismo aprovecha la inconformidad contra las oligarquías. No resuelve las desigualdades ni las exclusiones pero si las aprovecha políticamente.
Cuando las cúpulas de los partidos concentran las decisiones y el poder, lo que hacen es confirmar la tesis populista ante los ojos de los ciudadanos.
Los electores ven cómo unos pocos deciden todo y se reparten, entre sí, cargos, candidaturas, curules y plazas.
La vida interna de los partidos opositores ahuyenta a la gente de los partidos mismos, de la política en general y de las urnas.
Lo que sucede adentro; cómo se toman decisiones, cómo se distribuyen el poder; aísla a los partidos de la mayoría de los votantes, los separa.
En el Estado de México, en 2018, 4 millones 300 mil personas votaron por la coalición de Morena, mientras que el 4 de junio pasado lo hicieron solo 3 millones 200 mil.
A Morena le siguió alcanzando para ganar porque ese millón de personas que, por la razón que fuera, ya no votaron por ese partido, tampoco lo hicieron por el PRIANPRD. Prefirieron abstenerse.
Presumiblemente, aun los ya desilusionados del gobierno morenista, no ven en los partidos opositores las formas de ser que les entusiasme para afiliarse a ellos y/o interesarse más por la política y/o votar.
Parte importante de la narrativa de una campaña, del candidato, estriba en la manera como obtuvo la candidatura. Delinea su relación con el poder, con las élites y con los ciudadanos.
Hasta hoy, los candidatos del PRI y de la oposición han sido resultado de cochupos y arreglos donde no intervienen las personas comunes.
Se extrañan de que no disminuye la abstención cuando no hacen lo necesario para que los electores vean un comportamiento distinto que les de confianza.
Llegan a sus posiciones políticas de la misma forma excluyente de siempre.
Los votantes advierten que los partidos siguen funcionando igual que antes, como si no estuviéramos viviendo la crisis de representatividad política más importante del México democrático.
No renovaron los modos, el lenguaje, las costumbres, las reglas no escritas y toda la liturgia interna que cierra las puertas al nuevo país que implosionó en 2018.
No han reaccionado, actúan como si no tuvieran problemas.
Es innegable que está triunfando la anti-política, el anti-sistema, una forma de rechazo a la anterior élite gobernante.
Valga apuntar que Morena ha formado una nueva élite aunque lo niega pues finge ser pueblo. Una nueva élite integrada con muchos miembros de la vieja élite.
Para representar la inconformidad ciudadana, los partidos opositores están obligados a revolucionar su vida interna, la forma como toman las decisiones.
Hacerlo en el Frente y por el Frente, es su oportunidad y su reto.
Tendrían que dar reversa a la ruta actual de mandar el poder a sus oficinas centrales, de concentrar el mando en menos personas y de cambiar los estatutos para que todo siga igual.
Para construir candidaturas atractivas, deberían abrir de verdad el proceso de selección y desarrollar un vigoroso debate de perfiles y propuestas.
La excepción que confirma mi tesis es lo sucedido en Coahuila.
En 2019, el PRI eligió al presidente de su comité estatal en votación abierta, donde participaron 250 mil personas en 1 896 casillas.
En febrero de este año, el PRIANPRD seleccionó su candidato mediante elección abierta con la asistencia de 500 mil personas en 1 725 casillas.
En junio pasado, obtuvieron 741 mil votos, mientras que Morena, 279 mil y PT, 173 mil.
Es el único estado donde se abren a la sociedad. No buscan pretextos en conspiraciones enemigas, falta de recursos, inmadurez política o cualquier otro argumento para seguir haciendo lo mismo que los ha llevado a la ineficacia.
Mi amigo Carlos Elizondo lo frasea con claridad: sin un candidato con apoyo ciudadano y con propuestas interesantes y novedosas, el votante insatisfecho con Morena puede optar por ni siquiera salir a votar. La abstención no solo es responsabilidad del electorado. Es en buena medida el resultado de postular candidatos poco atractivos, sin una narrativa que entusiasme y desde el dedo de las dirigencias partidistas.
La lección es sencilla: a buena parte de los electores no les gusta su forma de ser, elitista, de cúpula.
La tarea inmediata es obvia. Las candidaturas a senador, presidentes municipales y a diputados federales y estatales deberían ser decididas por votación abierta a todos los ciudadanos.
La sociedad civil debe tener espacios donde pueda juntarse, conocerse, compartir información, opinar y armar acciones conjuntas.
Espacios ocupados por miles de personas.
Espacios conducidos por la sociedad civil, que a los partidos no les de miedo su autonomía.
Espacios con estructura institucional que incentive las prácticas generadoras de ideas, de actividades y eficaces para transmitir información.
Cuando en un grupo priva la agresión y la mayoría se aleja, lo que falla es el diseño institucional de esa convivencia.
Los partidos y los políticos deben aprender que los grupos controlados que impostan el carácter “ciudadano” no desatan la movilización de la sociedad civil que es necesaria.
Qué decirle a la gente
Las elecciones de 2018 fueron un profundo grito de descontento.
Se conjuntaron una crisis de representatividad del sistema político y, otra, de exclusión económica.
Una mayoría ya no esperaba nada de instituciones y funcionarios.
Ese año cambió el sistema político mexicano.
Irrumpió una democracia sin intermediarios institucionales válidos, con un político escenificando permanentemente una interlocución con su público.
Una democracia populista y de audiencias.
El mercado electoral mutó, en consecuencia.
A las personas les llegan, en su celular y los medios, cantidades monumentales de información que dan cuenta de un mundo de incesantes alteraciones, con millones de actores, con complejísimas interacciones.
Andrés Manuel López Obrador construyó una explicación sencilla de ese mundo (aunque equivocada a mi parecer) que diariamente difunde con abundancia.
Ante esa machacante narrativa del presidente, ni los partidos opositores ni el Frente han construido ni una narrativa alternativa ni una propuesta ni para el país ni para Sinaloa.
Han vivido del antiobradorismo espontáneo, de los que se convencieron solos.
Separadamente, los miembros de las élites partidarias dan explicaciones sin conexión entre sí y, a veces, contradiciéndose. Son una muchedumbre de músicos sin partitura común.
Nunca se han ocupado de sentarse a pensar conjuntamente el obradorismo. No se han ocupado de construir los elementos ideológicos que les permitirían ser una orquesta.
No se trata de presentar tesis doctorales de dos mil páginas, sino de explicaciones claras de porqué el populismo está fallando y qué se debe hacer.
Explicaciones convincentes y dirigidas al ser humano, a sus preocupaciones, a sus emociones.
Tampoco los partidos han abierto sus puertas a los expertos y a los científicos.
Los problemas sociales no han sido analizados con detenimiento.
Los partidos se dedican a la grilla y a una embarradita superficial de teoría para una declaración de prensa.
Los partidos no han desencadenado la deliberación sobre la agenda social ni fortalecido la educación política de los cuadros intermedios.
La falta de proyecto alternativo se refleja en que la base militante no convence en sus territorios, queda disminuida frente al estructurado y difundido rollo populista.
Así mismo, las clases medias y los sectores sociales no reciben respuestas a sus puntuales incertidumbres.
El vacío que deja la ausencia de una narrativa alternativa al populismo lo ocupan las teorías conspirativas más fantasiosas, las fake news y las baterías de insultos contra los electores morenistas.
De eso están llenos muchos chats y redes opositoras. Los partidos no vierten en ellos elementos de información y reflexión robustos y científicos.
El análisis de problemas sociales y el debate de propuestas en medios no tiene como protagonista ni a los políticos ni a los partidos opositores. Salvo esporádicas excepciones, su lugar es la sección de grilla de los noticieros.
El presidente creó su narrativa y la oposición no ha reaccionado.
No hablamos del requisito de la plataforma electoral.
Hablamos de lo que se contrapone al populismo en las pláticas en la casa, en la calle, en la universidad, en el centro de investigación.
Los partidos no han escrito media cuartilla, mucho menos posturas, frases, lemas y ya no digamos libros, seminarios, visiones y propuestas.
Los partidos hicieron eventos de deliberación apresurados, superficiales, sin resultados. El viejo truco de impostar el pensamiento.
Aparentar tres horas para escuchar “todas las voces”. Fingir un ratito. Como antes, como siempre.
Dicen que no hacen un proceso completo de construcción ideológica porque cuesta mucho dinero.
Hacer eventos de presidium y alfombra requiere recursos, pensar no.
Las nuevas tecnologías permiten deliberar sin mayor inversión monetaria, aunque, eso sí, sin ceremonias de inauguración fotografiables.
Andrés Manuel López Obrador ha hecho un trabajo ideológico muy eficiente y efectivo.
Cada elector de Morena tiene una batería de respuestas que puede recitar ante cualquier cuestionamiento.
Es más fácil para ellos porque el presidente es el único generador de ideas autorizado y posee un megáfono muy potente para difundirlas.
En las pasadas elecciones del Estado de México, de los 3 millones 272 mil votos que obtuvieron Morena y aliados, un millón 511 mil fueron de personas beneficiarias de programas sociales federales y de sus familiares. Esto quiere decir que recibieron el voto de un millón 761 mil de ciudadanos sin ningún vínculo con la política social obradorista.
Sin discutir las causas de los votos de quienes acceden a programas, es evidente que el amplísimo grupo de electores morenistas que no son beneficiarios, sí reciben algo que les importa: una explicación del mundo, una narrativa, una ideología.
Esa narrativa no tiene contrapeso, alternativa.
El antiobradorismo ya convencido no es suficiente.
Muchos abstencionistas quieren respuestas, propuestas y una explicación convincente hacia un mejor futuro.
Hay muchas identidades, comunidades, problemas y sectores que escuchar para construir una propuesta local alternativa al obradorismo.
El feminicidio , el agro, la diversidad sexual, el deporte, la cultura, la poesía, la música, el Kpop, los patinetos, el autismo, la protección de animales, la adicción al fentanilo, la vivienda, el empleo, el cuidado de enfermos, los adultos mayores, los cobros de la CFE, los libros de texto, la UAS, los pisos de tierra, la violencia intrafamiliar, el maíz, el IMSS Bienestar, los golpes de calor, el dengue, las cuencas, las presas, el costo de los alimentos, el nearshoring… etc., etc.
Hay muchos temas, grupos e identidades a los que seriamente se les debe dedicar el tiempo necesario de análisis y deliberación para incorporar sus intereses y agendas a la plataforma del Frente.
Para tener algo que decirles.
Si el Frente no hace su tarea ideológica no representará ni esperanza, ni ideas, ni puertas al pensamiento, ni futuro.
No todo lo hará Xóchitl
Localmente debe construirse una narrativa alternativa, dicha por gente con identidad de honestidad, vinculada al pueblo, a sus intereses y agendas, y desligada del viejo sistema que falló en el pasado.
La cantidad de votos que se obtengan el 2024 nos dirá si se hizo lo adecuado o se siguió haciendo lo mismo.
Al tiempo y a los números.P
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