El futuro de México es incierto, hay que luchar
“Estamos lejos, muy lejos de casa. Nuestra casa está lejos, muy lejos de nosotros”, canta Bruce Springsteen. Y así se siente vivir en México en tiempos de la cuarta transformación. Lejos del hogar y cerca de todo aquello que lo acecha. Lejos del sosiego y cerca de la ansiedad. Lejos de la paz y cerca del miedo. Siempre alertas, siempre nerviosos, siempre sospechosos hasta de nuestra propia sombra.
Nuestro mundo se ha vuelto muy rápido, extremadamente complejo e interconectado. Cuánto le ha costado a México batallar con el futuro. Cuánto le ha costado ser actual. Cuando lo ha intentado, la historia interminable muestra que siempre acabamos regresando al pasado. La rueda fatal del retorno donde México muere. Ahora nos encontramos en la misma tesitura, solo que esta vez nadie le perdonará a México no abordar el tren bala donde corre el cambio del mundo con la revolución tecnológica digital a bordo. Nada ni nadie le perdonará haber abordado el tren equivocado, el viejo tren de trocha angostura del siglo antepasado y, lo que es todavía más grave, haberse montado en él y darle marcha atrás.
Sí, nos ha tocado mucho batallar con el futuro. Nos ha costado ser actuales. Darnos cuenta de que la dinámica de la historia no permite ignorarla. Hoy el desafío es inevitable. Y ya no hay cómo ignorarlo o esquivarlo. Aunque pueda ser ignorado, como hace el gobierno de la 4T. Sin embargo, las consecuencias no han tardado en desbaratar los hilos del tejido económico, sanitario, social, institucional y familiar. ¿Qué podría ser más grave? Solo la ignorancia y la indolencia. Porque seguro eso quedara en la biografía de la 4T, la indolencia y la ignorancia del presidente: lo cierto es que nadie ha contado para él: ni las mujeres y sus guarderías, ni los niños con cáncer ni los damnificados, tampoco los científicos, los cineastas, las mujeres violentadas, tampoco los que padecen enfermedades catastróficas, los periodistas, las víctimas a las que permitió atender. ¿Quién ha contado para el presidente? ¿Alguien aparte de él y sus popularidad? Ignorancia. Una de las formas más humillantes y perversas de la indolencia. Como la de cerrar los ojos y taparse los oídos para ignorar el futuro.
La revolución de la dignidad tuvo lugar en la transición política y el régimen autoritario se derrumbó. Nos dio la oportunidad de construir un país donde los derechos de todos estén protegidos, donde el gobierno rinda cuentas, donde los tribunales sean independientes y donde la policía no aplaste las protestas pacíficas. Pero para evitar que sigamos ese camino, se construyó un frente amplio democrático para cambiar el rumbo de México. Morena, lo único que hace es destruir al país. No hay medicinas, ni buenos servicios de salud y los niveles de violencia son los más altos de la historia. Esto plantea una pregunta muy simple: ¿cómo protegeremos a nuestros pueblos, su dignidad, sus derechos y su libertad en tiempos de la cuarta transformación? ¿Podemos confiar en la ley, o es sólo la fuerza del ejército lo que cuenta? El Frente Amplio por México y la sociedad civil deben responder a estos desafíos del presente. Porque es la determinación de actuar lo que decide si nuestro país tiene futuro.
Primero, la libertad y la democracia deben ser protegidas
El problema no es sólo que el espacio de libertad en tiempos de la cuarta transformación se haya reducido a las dimensiones de una celda de prisión. El problema es que incluso en las democracias desarrolladas, los que dudan de los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos van en aumento. Hay varias razones para esto. Rosario Robles, extitular de la Secretaria de Desarrollo Social, Sedesol, señaló que a seis años de la publicación de la investigación periodística “La Estafa Maestra”, el trabajo no se ha comprobado porque no se encuentra en las instancias jurídicas y su encarcelamiento fue una venganza política porque demostró que no había nada que perseguirle.
Las nuevas generaciones heredaron los valores de la democracia de sus padres. Pero empezaron a dar por sentados sus derechos y libertades. Las personas se comportan cada vez más no como pilares portadores de estos valores, sino como consumidores. Entienden la libertad mientras consumen queso comprado en el supermercado. Por lo tanto, están dispuestos a cambiar esta libertad por beneficios económicos, promesas de seguridad o comodidad personal. Han olvidado que los estados que matan a periodistas, encarcelan a activistas o disuelven manifestaciones pacíficas representan una amenaza, y no solo para sus propios ciudadanos. Estos estados son un peligro para la paz mundial. Los derechos humanos, el progreso y la paz están inextricablemente vinculados. La libertad y los derechos humanos no se pueden adquirir de una vez por todas. Tomamos nuestras decisiones todos los días. En la toma de decisiones políticas, los derechos humanos deberían ser un factor tan importante como los beneficios económicos o la seguridad. Los valores de la democracia moderna deben ser protegidos.
En segundo lugar, el mal, si no se castiga, crece.
México nos da un claro ejemplo de esto, habiendo destruido sistemáticamente su propia sociedad civil. Las democracias fingieron no ver nada durante mucho tiempo. El mundo no reaccionó como debería haberlo hecho tras el abuso de poder del presidente de México. Por vez primera en la historia del sistema electoral el presidente de México es promotor de la violación a la ley, y su partido el instrumento para concretar esa promoción. El embate contra las instituciones electorales nacionales tiene un primer resultado: la transformación del INE en un órgano técnico-administrativo, sin condiciones para hacer cumplir la ley. Estamos ante lo que llamaré la tropicalización del INE. La reducción de su cabeza –el Consejo General- a pasivo testigo de las trampas y argucias de los partidos de uno y otro signo. El INE fue tocado por dentro, las consecuencias están a la vista. La ley no sirve porque nadie, o casi nadie, la respeta, y porque las autoridades poco o nada hacen para que se respete.
Hoy, México está tratando de convencer al mundo entero de que la democracia, el estado de derecho y los derechos humanos son valores falsos. Sobre la base de que no protegen a nadie en tiempos de sucesión adelantada. México ha normalizado el mal y la destrucción deliberada de instituciones políticas. En los últimos tres años se han acumulado un número importante de eventos de suma gravedad en el estado de Chiapas. Desde la crisis migratoria, que ha profundizado las tensiones en las zonas fronterizas de mayor intensidad de flujos de personas y mercancías, hasta la cada vez más palpable presencia territorial y capacidad operativa del crimen organizado. El secuestro de civiles, empleados de la Secretaría de Seguridad Pública y Ciudadana del estado de Chiapas, por parte de un grupo criminal que pretende la destitución de varios funcionarios de la misma dependencia constituye uno de los desafíos más agresivos que han planteado los cárteles delincuenciales al Estado mexicano. El chantaje a la autoridad implica un nivel de confrontación muy alto; pero en este caso, el desafío sube varios tonos de nivel, porque se trata de la usurpación de una de las potestades exclusivas de las autoridades constitucionalmente establecidas, que consiste precisamente en el libre nombramiento y remoción de funcionarios, encarcela a personas y organiza deportaciones de poblaciones migrantes, secuestros, torturas y asesinatos en los territorios ocupados. Lo que está sucediendo hoy no es una guerra entre dos estados. Es una guerra entre dos sistemas: el autoritarismo y la democracia. Tengamos el coraje de admitirlo o no, esta guerra no tiene fronteras.
Tercero, México debe ganar, la violencia debe perder
El pueblo de México quiere la paz más que nadie. Pero la paz no llega si la estrategia de seguridad pública está siendo rebasada en todos los frentes. Los grupos delincuenciales se aventuran cada vez más hacia el desarrollo de actividades que hace treinta años hubiesen resultado impensables, porque a pesar de la corrupción que existía, aún había límites claros impuestos a las actividades y posibilidades de actuación del crimen organizado. Eso, ahora se encuentra roto y amenaza cada vez más al Estado, con las consecuencias que tiene para la población civil. La ocupación de territorios es otra forma de guerra. Los grupos criminales despliegan el terror en los territorios ocupados para mantenerlos bajo control. Los violentos exterminan a los activistas locales: alcaldes, figuras públicas, periodistas, voluntarios, sacerdotes, artistas, etc. Las personas no tienen la oportunidad de proteger su libertad, su propiedad, su vida y la de sus seres queridos. La ocupación implica torturas, deportaciones, adopciones forzadas, cambio forzoso de identidad, campos de filtración, fosas comunes…
El pueblo no debe ser abandonado, entregado a la muerte y la tortura o dejado a su suerte en los territorios ocupados por grupos criminales. La vida de las personas no debe convertirse en un compromiso político. La paz duradera no vendrá del “compromiso político”, presupone la libertad de vivir sin miedo y tener una perspectiva a largo plazo. Ahora los problemas se han complejizado aún más, pues estamos ante la penetración de las bandas delincuenciales en espacios donde con anterioridad era difícil que lograsen entrar, y que son precisamente los pueblos y comunidades indígenas. En diferentes zonas del país hay procesos de participación armada en las llamadas autodefensas, de numerosas personas que forman parte de los pueblos originarios; pero lo más grave es que no se sabe quiénes financian a esos grupos, quienes los equipan, entrenan y les entregan armas para que puedan llevar a cabo las actividades que desarrollan.
Es pensable, en ese contexto, que muchos de esos grupos no son sino carne de cañón de grupos criminales que ponen en el frente a persona que legítimamente defienden su vida, sus territorios, sus viviendas y sus familias; pero que, en el fondo, sin proponérselo, están contribuyendo a “eliminar a la competencia” de los grupos que están detrás de su capacidad operativa. Al penetrar en las comunidades y pueblos indígenas, los grupos criminales provocan fenómenos muy complejos, como lo es el del desplazamiento forzado de personas, como ha estado ocurriendo en los últimos meses en diferentes regiones -Chenalhó, de manera emblemática-, lo cual revive heridas que nunca terminaron de cerrar, como la provocada en la matanza de Acteal. En este gobierno se han acumulado ya muchas crisis que se han logrado procesar sin generar aún un proceso de descontento social generalizado respecto de la presidencia de la República y su titular: la tragedia de Tlahuelilpan, el “culiacanazo”; la tragedia del Metro de la Ciudad de México, la tragedia de los mineros en Sabina, Coahuila, además de la irresponsable gestión de la emergencia sanitaria de la COVID y la crisis económica que se le asoció, y una incontable lista de eventos de gran escala.
En este escenario, Chiapas tiene ese potencial: el de generar una crisis de tal magnitud que, ya se vio en 1994, alteró el rumbo y destino del país en muchos sentidos y en muchas líneas y rutas que no hemos terminado de transitar. Por eso la atención que debe ponerse a esa entidad de la República es urgente. Y por ello preocupa que la respuesta del Ejecutivo ante la más reciente coyuntura es que hará un llamado a los ascendientes de los malhechores para que les llamen la atención. Postura que constituye un despropósito que lleva a pensar, que al presidente no le interesa lo que allá ocurre; o que no ha dimensionado la magnitud del riesgo ante el que está el país si esa región entra en una crisis mayor. Pero es hora de cambiar este paradigma y ayudar a Chiapas. No debe perderse de vista que la frontera mexicana con Guatemala es de prácticamente mil kilómetros de extensión; y que es una de las fronteras más porosas del mundo, pues en ella se tejen las más complejas y diversas redes de tráficos ilícitos que hay en el orbe: desde autopartes y vehículos robados, mercancía pirata, tráfico de personas migrantes en situación irregular, víctimas de trata de personas, animales en peligro de extinción, hasta las más sofisticadas drogas y otros productos que se comercian en los mercados ilegales. La democracia debe estar debidamente armada. No tenemos tiempo que perder. Para nosotros, el tiempo se cuenta en el número de muertos en el frente, en los territorios ocupados por los grupos criminales que se mezclan con intolerancia religiosa.
En cuarto lugar, se necesita una nueva arquitectura de seguridad y paz
Si el derecho internacional no se restaura en un futuro cercano, tendrá consecuencias negativas para el desarrollo global. Es posible que nos encontremos en un futuro en el que ciertos estados mafiosos dicten sus reglas a toda la comunidad internacional para cambiar las fronteras reconocidas internacionalmente. Un mundo así sería peligroso para todos sin excepción. Por lo tanto, es necesario asumir nuestra responsabilidad e iniciar la reforma del sistema global para que proteja a los pueblos de la guerra y los regímenes autoritarios. Los derechos humanos deben jugar un papel central en este sistema. El gobierno de México puede mentir todo lo que quiera sobre la violencia sin freno y la impunidad lacerante en todo el país, pero la terca realidad lo desmiente a diario. Y es que la violencia y el crimen ya son incontenibles a lo largo y ancho del territorio nacional, al tiempo que a diario son más los casos de impunidad y de abierta complicidad oficial con el poder creciente de las mafias. Gobiernos como el del Reino Unido alertaron a sus ciudadanos del riesgo de viajar a nuestro país, en especial a 10 ciudades en donde los visitantes corren peligro de ser víctimas de violencia criminal. La alerta que difundió el gobierno británico a sus ciudadanos recomienda que eviten viajar a las ciudades de Chihuahua, Sinaloa, Zacatecas, Tamaulipas, Colima, Guerrero, Michoacán, Baja California, Guanajuato y Jalisco, para no ser víctima de delitos violentos como robos, asaltos y secuestros. El presidente mexicano dijo respetar la recomendación del Reino Unido a sus ciudadanos, pero en tono burlón, dijo: “están mal informados y (quiero) decirle a los ciudadanos ingleses que no hay nada que temer en México, que estamos bajando la incidencia delictiva y son muy pocos los sitios donde hay violencia, muy pocos. México es un país muy bello y seguro”. Paradójicamente, 10 horas después de esa declaración, en la exclusiva zona de Polanco, en la capital del país, se produjo uno de los asaltos más espectaculares de la historia, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo y se convirtieron en tendencia global. Se estima en 160 mil la cifra de crímenes violentos cometidos desde el 1 de diciembre de 2018 al 27 de junio de 2023. Peor aún, el de AMLO ya es el gobierno con más muertes violentas, ya que con Felipe Calderón se registraron 121 mil crímenes violentos mientras que con Enrique Peña se documentaron 157 mil. Sólo en 2023 se han documentado casi 13 mil homicidios violentos; lo que significa un promedio de 83 asesinatos diarios. Y sólo en mayo pasado se cometieron mil 660 crímenes con violencia; el peor mes del sexenio.
Quinto, la gente importa. Homo sapiens pierde el control
El presidente ha dejado el timón y cogió el micrófono. Resultado: el presidente ha perdido el control del país en materia sanitaria, económica e institucional. No digamos en términos de seguridad pública. En estos días reaparece el tema entre la comunidad internacional, que sugiere que el presidente López Obrador podría salir de la tormenta a la que ha llevado al país por medio de un golpe de timón. México se observa como un país a la deriva. Urge que la mayoría de las mexicanas y mexicanos retomemos el control, y pongamos a funcionar a México, dándole un sentido para bien de millones de jóvenes que ahora son las víctimas del gobierno fallido de AMLO. Inquietante son las preguntas-los problemas-que tenemos sobre la mesa o en la pantalla de las computadoras tras la inesperada afirmación del historiador Yuval Noah Harari que nos alerta: Homo sapiens pierde el control. Cuando tu smarthone puede manejar tu mente, anulando por completo tu libertad. Cuando la inteligencia artificial ataque el mercado laboral. Hoy mismo tenemos un problema en México en tanto son millones también los que creyeron y siguen creyendo las fantasías del presidente López Obrador, y que sus grandes proyectos harán grande a México otra vez. Entre tanto, mientras eso sucede, el país está siendo destruido en sus bases institucionales. Mientras, en paralelo, la convivencia misma en todos los rincones del planeta se encuentra amenazada por tecnologías concretas. Por lo pronto, no contamos con otras manos que no sean las manos de la democracia, el Estado de derecho, las instituciones de la república, la casa de todos. Refugios que están socavados. Pero las necesitamos ya y las necesitamos mañana. Por eso es un imperativo sostenerlas vivas, en defensa propia. ¿Tiene alguna posibilidad la democracia de salir viva de la destrucción en marcha con la 4T? Es el desafío de hoy. ¿Podrán la democracia y los derechos humanos sobrevivir al golpe que las tecnologías les darán a las personas con la merma de su valor como trabajadores? Sin duda les espera a nuestras instituciones una cerrada defensa, junto a una renovación de fondo, sin perder la pluralidad que las integra.
Si no logramos detener la destrucción en marcha y, por otra parte, no logramos que nuestras instituciones republicanas sobrevivan, obviamente de la mano de una actualización seria, la pregunta será: ¿Qué haremos con los millones de jóvenes mexicanos y mexicanas que andarán por la vida sintiendo que su vida es cada vez más irrelevante? En este sentido no tenemos alternativa. Ni el Estado tampoco. Pues, como ha quedado demostrado, el populismo crece y gana cuando la democracia y las instituciones de la República no son capaces de cerrarle el paso a la pérdida de valor de las personas como trabajadores, pues la irrelevancia suele ser un mal peor que la explotación. Es entonces cuando emerge el populismo para reforzar, sobre la base del desencanto, una mentalidad asistida. Una mentalidad con la mano estirada.
Últimas palabras…
Necesitamos ahora más que nunca, los instrumentos de la democracia, el Estado de derecho y las instituciones de la República para poner en marcha los acuerdos que sean necesarios. Es cuestión de ver cómo el nuevo gobierno de la 4T se ha terminado en cosa de meses, mientras las expectativas de futuro de millones de familias se encuentran literalmente sepultadas, y otra no alcanzan siquiera a germinar. Todo lo cual queda condensado en una breve historia, de no más de diez palabras: “Cuando te hagas mayor, puede que no tengas un empleo”. Así, cuanto antes comprendemos lo que está sucediendo, mayores serán las posibilidades de una respuesta alternativa para la joven democracia mexicana.P
DEBATE
El futuro de México es incierto, hay que luchar
Arturo López Flores
“Estamos lejos, muy lejos de casa. Nuestra casa está lejos, muy lejos de nosotros”, canta Bruce Springsteen. Y así se siente vivir en México en tiempos de la cuarta transformación. Lejos del hogar y cerca de todo aquello que lo acecha. Lejos del sosiego y cerca de la ansiedad. Lejos de la paz y cerca del miedo. Siempre alertas, siempre nerviosos, siempre sospechosos hasta de nuestra propia sombra.
Nuestro mundo se ha vuelto muy rápido, extremadamente complejo e interconectado. Cuánto le ha costado a México batallar con el futuro. Cuánto le ha costado ser actual. Cuando lo ha intentado, la historia interminable muestra que siempre acabamos regresando al pasado. La rueda fatal del retorno donde México muere. Ahora nos encontramos en la misma tesitura, solo que esta vez nadie le perdonará a México no abordar el tren bala donde corre el cambio del mundo con la revolución tecnológica digital a bordo. Nada ni nadie le perdonará haber abordado el tren equivocado, el viejo tren de trocha angostura del siglo antepasado y, lo que es todavía más grave, haberse montado en él y darle marcha atrás.
Sí, nos ha tocado mucho batallar con el futuro. Nos ha costado ser actuales. Darnos cuenta de que la dinámica de la historia no permite ignorarla. Hoy el desafío es inevitable. Y ya no hay cómo ignorarlo o esquivarlo. Aunque pueda ser ignorado, como hace el gobierno de la 4T. Sin embargo, las consecuencias no han tardado en desbaratar los hilos del tejido económico, sanitario, social, institucional y familiar. ¿Qué podría ser más grave? Solo la ignorancia y la indolencia. Porque seguro eso quedara en la biografía de la 4T, la indolencia y la ignorancia del presidente: lo cierto es que nadie ha contado para él: ni las mujeres y sus guarderías, ni los niños con cáncer ni los damnificados, tampoco los científicos, los cineastas, las mujeres violentadas, tampoco los que padecen enfermedades catastróficas, los periodistas, las víctimas a las que permitió atender. ¿Quién ha contado para el presidente? ¿Alguien aparte de él y sus popularidad? Ignorancia. Una de las formas más humillantes y perversas de la indolencia. Como la de cerrar los ojos y taparse los oídos para ignorar el futuro.
La revolución de la dignidad tuvo lugar en la transición política y el régimen autoritario se derrumbó. Nos dio la oportunidad de construir un país donde los derechos de todos estén protegidos, donde el gobierno rinda cuentas, donde los tribunales sean independientes y donde la policía no aplaste las protestas pacíficas. Pero para evitar que sigamos ese camino, se construyó un frente amplio democrático para cambiar el rumbo de México. Morena, lo único que hace es destruir al país. No hay medicinas, ni buenos servicios de salud y los niveles de violencia son los más altos de la historia. Esto plantea una pregunta muy simple: ¿cómo protegeremos a nuestros pueblos, su dignidad, sus derechos y su libertad en tiempos de la cuarta transformación? ¿Podemos confiar en la ley, o es sólo la fuerza del ejército lo que cuenta? El Frente Amplio por México y la sociedad civil deben responder a estos desafíos del presente. Porque es la determinación de actuar lo que decide si nuestro país tiene futuro.
Primero, la libertad y la democracia deben ser protegidas
El problema no es sólo que el espacio de libertad en tiempos de la cuarta transformación se haya reducido a las dimensiones de una celda de prisión. El problema es que incluso en las democracias desarrolladas, los que dudan de los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos van en aumento. Hay varias razones para esto. Rosario Robles, extitular de la Secretaria de Desarrollo Social, Sedesol, señaló que a seis años de la publicación de la investigación periodística “La Estafa Maestra”, el trabajo no se ha comprobado porque no se encuentra en las instancias jurídicas y su encarcelamiento fue una venganza política porque demostró que no había nada que perseguirle.
Las nuevas generaciones heredaron los valores de la democracia de sus padres. Pero empezaron a dar por sentados sus derechos y libertades. Las personas se comportan cada vez más no como pilares portadores de estos valores, sino como consumidores. Entienden la libertad mientras consumen queso comprado en el supermercado. Por lo tanto, están dispuestos a cambiar esta libertad por beneficios económicos, promesas de seguridad o comodidad personal. Han olvidado que los estados que matan a periodistas, encarcelan a activistas o disuelven manifestaciones pacíficas representan una amenaza, y no solo para sus propios ciudadanos. Estos estados son un peligro para la paz mundial. Los derechos humanos, el progreso y la paz están inextricablemente vinculados. La libertad y los derechos humanos no se pueden adquirir de una vez por todas. Tomamos nuestras decisiones todos los días. En la toma de decisiones políticas, los derechos humanos deberían ser un factor tan importante como los beneficios económicos o la seguridad. Los valores de la democracia moderna deben ser protegidos.
En segundo lugar, el mal, si no se castiga, crece.
México nos da un claro ejemplo de esto, habiendo destruido sistemáticamente su propia sociedad civil. Las democracias fingieron no ver nada durante mucho tiempo. El mundo no reaccionó como debería haberlo hecho tras el abuso de poder del presidente de México. Por vez primera en la historia del sistema electoral el presidente de México es promotor de la violación a la ley, y su partido el instrumento para concretar esa promoción. El embate contra las instituciones electorales nacionales tiene un primer resultado: la transformación del INE en un órgano técnico-administrativo, sin condiciones para hacer cumplir la ley. Estamos ante lo que llamaré la tropicalización del INE. La reducción de su cabeza –el Consejo General- a pasivo testigo de las trampas y argucias de los partidos de uno y otro signo. El INE fue tocado por dentro, las consecuencias están a la vista. La ley no sirve porque nadie, o casi nadie, la respeta, y porque las autoridades poco o nada hacen para que se respete.
Hoy, México está tratando de convencer al mundo entero de que la democracia, el estado de derecho y los derechos humanos son valores falsos. Sobre la base de que no protegen a nadie en tiempos de sucesión adelantada. México ha normalizado el mal y la destrucción deliberada de instituciones políticas. En los últimos tres años se han acumulado un número importante de eventos de suma gravedad en el estado de Chiapas. Desde la crisis migratoria, que ha profundizado las tensiones en las zonas fronterizas de mayor intensidad de flujos de personas y mercancías, hasta la cada vez más palpable presencia territorial y capacidad operativa del crimen organizado. El secuestro de civiles, empleados de la Secretaría de Seguridad Pública y Ciudadana del estado de Chiapas, por parte de un grupo criminal que pretende la destitución de varios funcionarios de la misma dependencia constituye uno de los desafíos más agresivos que han planteado los cárteles delincuenciales al Estado mexicano. El chantaje a la autoridad implica un nivel de confrontación muy alto; pero en este caso, el desafío sube varios tonos de nivel, porque se trata de la usurpación de una de las potestades exclusivas de las autoridades constitucionalmente establecidas, que consiste precisamente en el libre nombramiento y remoción de funcionarios, encarcela a personas y organiza deportaciones de poblaciones migrantes, secuestros, torturas y asesinatos en los territorios ocupados. Lo que está sucediendo hoy no es una guerra entre dos estados. Es una guerra entre dos sistemas: el autoritarismo y la democracia. Tengamos el coraje de admitirlo o no, esta guerra no tiene fronteras.
Tercero, México debe ganar, la violencia debe perder
El pueblo de México quiere la paz más que nadie. Pero la paz no llega si la estrategia de seguridad pública está siendo rebasada en todos los frentes. Los grupos delincuenciales se aventuran cada vez más hacia el desarrollo de actividades que hace treinta años hubiesen resultado impensables, porque a pesar de la corrupción que existía, aún había límites claros impuestos a las actividades y posibilidades de actuación del crimen organizado. Eso, ahora se encuentra roto y amenaza cada vez más al Estado, con las consecuencias que tiene para la población civil. La ocupación de territorios es otra forma de guerra. Los grupos criminales despliegan el terror en los territorios ocupados para mantenerlos bajo control. Los violentos exterminan a los activistas locales: alcaldes, figuras públicas, periodistas, voluntarios, sacerdotes, artistas, etc. Las personas no tienen la oportunidad de proteger su libertad, su propiedad, su vida y la de sus seres queridos. La ocupación implica torturas, deportaciones, adopciones forzadas, cambio forzoso de identidad, campos de filtración, fosas comunes…
El pueblo no debe ser abandonado, entregado a la muerte y la tortura o dejado a su suerte en los territorios ocupados por grupos criminales. La vida de las personas no debe convertirse en un compromiso político. La paz duradera no vendrá del “compromiso político”, presupone la libertad de vivir sin miedo y tener una perspectiva a largo plazo. Ahora los problemas se han complejizado aún más, pues estamos ante la penetración de las bandas delincuenciales en espacios donde con anterioridad era difícil que lograsen entrar, y que son precisamente los pueblos y comunidades indígenas. En diferentes zonas del país hay procesos de participación armada en las llamadas autodefensas, de numerosas personas que forman parte de los pueblos originarios; pero lo más grave es que no se sabe quiénes financian a esos grupos, quienes los equipan, entrenan y les entregan armas para que puedan llevar a cabo las actividades que desarrollan.
Es pensable, en ese contexto, que muchos de esos grupos no son sino carne de cañón de grupos criminales que ponen en el frente a persona que legítimamente defienden su vida, sus territorios, sus viviendas y sus familias; pero que, en el fondo, sin proponérselo, están contribuyendo a “eliminar a la competencia” de los grupos que están detrás de su capacidad operativa. Al penetrar en las comunidades y pueblos indígenas, los grupos criminales provocan fenómenos muy complejos, como lo es el del desplazamiento forzado de personas, como ha estado ocurriendo en los últimos meses en diferentes regiones -Chenalhó, de manera emblemática-, lo cual revive heridas que nunca terminaron de cerrar, como la provocada en la matanza de Acteal. En este gobierno se han acumulado ya muchas crisis que se han logrado procesar sin generar aún un proceso de descontento social generalizado respecto de la presidencia de la República y su titular: la tragedia de Tlahuelilpan, el “culiacanazo”; la tragedia del Metro de la Ciudad de México, la tragedia de los mineros en Sabina, Coahuila, además de la irresponsable gestión de la emergencia sanitaria de la COVID y la crisis económica que se le asoció, y una incontable lista de eventos de gran escala.
En este escenario, Chiapas tiene ese potencial: el de generar una crisis de tal magnitud que, ya se vio en 1994, alteró el rumbo y destino del país en muchos sentidos y en muchas líneas y rutas que no hemos terminado de transitar. Por eso la atención que debe ponerse a esa entidad de la República es urgente. Y por ello preocupa que la respuesta del Ejecutivo ante la más reciente coyuntura es que hará un llamado a los ascendientes de los malhechores para que les llamen la atención. Postura que constituye un despropósito que lleva a pensar, que al presidente no le interesa lo que allá ocurre; o que no ha dimensionado la magnitud del riesgo ante el que está el país si esa región entra en una crisis mayor. Pero es hora de cambiar este paradigma y ayudar a Chiapas. No debe perderse de vista que la frontera mexicana con Guatemala es de prácticamente mil kilómetros de extensión; y que es una de las fronteras más porosas del mundo, pues en ella se tejen las más complejas y diversas redes de tráficos ilícitos que hay en el orbe: desde autopartes y vehículos robados, mercancía pirata, tráfico de personas migrantes en situación irregular, víctimas de trata de personas, animales en peligro de extinción, hasta las más sofisticadas drogas y otros productos que se comercian en los mercados ilegales. La democracia debe estar debidamente armada. No tenemos tiempo que perder. Para nosotros, el tiempo se cuenta en el número de muertos en el frente, en los territorios ocupados por los grupos criminales que se mezclan con intolerancia religiosa.
En cuarto lugar, se necesita una nueva arquitectura de seguridad y paz
Si el derecho internacional no se restaura en un futuro cercano, tendrá consecuencias negativas para el desarrollo global. Es posible que nos encontremos en un futuro en el que ciertos estados mafiosos dicten sus reglas a toda la comunidad internacional para cambiar las fronteras reconocidas internacionalmente. Un mundo así sería peligroso para todos sin excepción. Por lo tanto, es necesario asumir nuestra responsabilidad e iniciar la reforma del sistema global para que proteja a los pueblos de la guerra y los regímenes autoritarios. Los derechos humanos deben jugar un papel central en este sistema. El gobierno de México puede mentir todo lo que quiera sobre la violencia sin freno y la impunidad lacerante en todo el país, pero la terca realidad lo desmiente a diario. Y es que la violencia y el crimen ya son incontenibles a lo largo y ancho del territorio nacional, al tiempo que a diario son más los casos de impunidad y de abierta complicidad oficial con el poder creciente de las mafias. Gobiernos como el del Reino Unido alertaron a sus ciudadanos del riesgo de viajar a nuestro país, en especial a 10 ciudades en donde los visitantes corren peligro de ser víctimas de violencia criminal. La alerta que difundió el gobierno británico a sus ciudadanos recomienda que eviten viajar a las ciudades de Chihuahua, Sinaloa, Zacatecas, Tamaulipas, Colima, Guerrero, Michoacán, Baja California, Guanajuato y Jalisco, para no ser víctima de delitos violentos como robos, asaltos y secuestros. El presidente mexicano dijo respetar la recomendación del Reino Unido a sus ciudadanos, pero en tono burlón, dijo: “están mal informados y (quiero) decirle a los ciudadanos ingleses que no hay nada que temer en México, que estamos bajando la incidencia delictiva y son muy pocos los sitios donde hay violencia, muy pocos. México es un país muy bello y seguro”. Paradójicamente, 10 horas después de esa declaración, en la exclusiva zona de Polanco, en la capital del país, se produjo uno de los asaltos más espectaculares de la historia, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo y se convirtieron en tendencia global. Se estima en 160 mil la cifra de crímenes violentos cometidos desde el 1 de diciembre de 2018 al 27 de junio de 2023. Peor aún, el de AMLO ya es el gobierno con más muertes violentas, ya que con Felipe Calderón se registraron 121 mil crímenes violentos mientras que con Enrique Peña se documentaron 157 mil. Sólo en 2023 se han documentado casi 13 mil homicidios violentos; lo que significa un promedio de 83 asesinatos diarios. Y sólo en mayo pasado se cometieron mil 660 crímenes con violencia; el peor mes del sexenio.
Quinto, la gente importa. Homo sapiens pierde el control
El presidente ha dejado el timón y cogió el micrófono. Resultado: el presidente ha perdido el control del país en materia sanitaria, económica e institucional. No digamos en términos de seguridad pública. En estos días reaparece el tema entre la comunidad internacional, que sugiere que el presidente López Obrador podría salir de la tormenta a la que ha llevado al país por medio de un golpe de timón. México se observa como un país a la deriva. Urge que la mayoría de las mexicanas y mexicanos retomemos el control, y pongamos a funcionar a México, dándole un sentido para bien de millones de jóvenes que ahora son las víctimas del gobierno fallido de AMLO. Inquietante son las preguntas-los problemas-que tenemos sobre la mesa o en la pantalla de las computadoras tras la inesperada afirmación del historiador Yuval Noah Harari que nos alerta: Homo sapiens pierde el control. Cuando tu smarthone puede manejar tu mente, anulando por completo tu libertad. Cuando la inteligencia artificial ataque el mercado laboral. Hoy mismo tenemos un problema en México en tanto son millones también los que creyeron y siguen creyendo las fantasías del presidente López Obrador, y que sus grandes proyectos harán grande a México otra vez. Entre tanto, mientras eso sucede, el país está siendo destruido en sus bases institucionales. Mientras, en paralelo, la convivencia misma en todos los rincones del planeta se encuentra amenazada por tecnologías concretas. Por lo pronto, no contamos con otras manos que no sean las manos de la democracia, el Estado de derecho, las instituciones de la república, la casa de todos. Refugios que están socavados. Pero las necesitamos ya y las necesitamos mañana. Por eso es un imperativo sostenerlas vivas, en defensa propia. ¿Tiene alguna posibilidad la democracia de salir viva de la destrucción en marcha con la 4T? Es el desafío de hoy. ¿Podrán la democracia y los derechos humanos sobrevivir al golpe que las tecnologías les darán a las personas con la merma de su valor como trabajadores? Sin duda les espera a nuestras instituciones una cerrada defensa, junto a una renovación de fondo, sin perder la pluralidad que las integra.
Si no logramos detener la destrucción en marcha y, por otra parte, no logramos que nuestras instituciones republicanas sobrevivan, obviamente de la mano de una actualización seria, la pregunta será: ¿Qué haremos con los millones de jóvenes mexicanos y mexicanas que andarán por la vida sintiendo que su vida es cada vez más irrelevante? En este sentido no tenemos alternativa. Ni el Estado tampoco. Pues, como ha quedado demostrado, el populismo crece y gana cuando la democracia y las instituciones de la República no son capaces de cerrarle el paso a la pérdida de valor de las personas como trabajadores, pues la irrelevancia suele ser un mal peor que la explotación. Es entonces cuando emerge el populismo para reforzar, sobre la base del desencanto, una mentalidad asistida. Una mentalidad con la mano estirada.
Últimas palabras…
Necesitamos ahora más que nunca, los instrumentos de la democracia, el Estado de derecho y las instituciones de la República para poner en marcha los acuerdos que sean necesarios. Es cuestión de ver cómo el nuevo gobierno de la 4T se ha terminado en cosa de meses, mientras las expectativas de futuro de millones de familias se encuentran literalmente sepultadas, y otra no alcanzan siquiera a germinar. Todo lo cual queda condensado en una breve historia, de no más de diez palabras: “Cuando te hagas mayor, puede que no tengas un empleo”. Así, cuanto antes comprendemos lo que está sucediendo, mayores serán las posibilidades de una respuesta alternativa para la joven democracia mexicana.P
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