Santos Ariel Agramón
Nunca he visto muchas cosas buenas hechas por los
que pretenden actuar en bien del pueblo. Adam Smith
Adam Smith escribió una ciencia en un solo libro e iluminó el mundo con el tratado del comercio, que jamás haya sido publicado en ninguna época y en ningún país, exclamó el historiador Edward Gibbon.
El padre de la economía de mercado nació el 5 de junio en 1723, en la comunidad de Kirkcaldy, Escocia, y en la actualidad, todavía, se evoca su contribución a la humanidad, y sí uno se ve inmerso en sus obras y en la influencia que desplegó en el curso de la historia, la figura de Smith se ve inmensa y brillante en medio del cielo, diría Octavio Paz.
Mario Vargas Llosa hace la descripción más cierta y extraordinaria del filósofo y moralista: El economista escocés ha explicado mejor que nadie por qué ciertos países progresan y otros retroceden y cuál es la auténtica frontera entre la civilización y la barbarie.
En 2023, se conmemoraron 300 años de su nacimiento por los cuatro costados del orbe, una honra colmada de laureles al lúcido pensador que limpió de barro las equívocas ideas sobre los secretos de la riqueza, siendo un investigador obsesivo de la ética, que se constituyó en basamento de su obra maestra: La riqueza de las naciones.
¿Por qué las ideas de Adam Smith trascienden en el tiempo, y cada vez que se habla de él, crece aún más y es admirado como uno de los grandes hombres en la historia de la humanidad? Las bases de la obra de Smith son los principios y las leyes de la naturaleza, del universo, inalterables, lo que le permitió conocer la conducta social, la libertad, la propiedad privada, la interacción en el mercado y el funcionamiento de la mano invisible.
Adam Smith, trazó Vargas Llosa, fue famoso por sus distracciones. Un día, el cochero de la diligencia de Edimburgo a Kirkcaldy divisó a varias millas de este pueblo, una figura solitaria. Le preguntó si necesitaba ayuda. Sólo entonces, éste, mirando sorprendido en derredor, advirtió dónde estaba; Hundido en sus reflexiones (mejor dicho, pensando). Y un domingo se le vio aparecer, todavía en bata de levantarse, en Dunfermline, mirando el vacío y hablando solo. Años más tarde, los vecinos de Edimburgo, habituados a las vueltas que daba por el barrio antiguo, a horas inesperadas, la mirada perdida y moviendo los labios en silencio, aquel anciano solitario a quien todo el mundo llamaba sabio.
¿Qué movía a Adam Smith a pensar, qué lo hacía divagar en el tiempo-espacio, hilvanando ideas en aras de encontrar la verdad? ¿Quiénes fueron los autores que motivaron a Smith a escribir una obra en el siglo XVIII, que todo indica, ha permanecido intacta ante el azote del tiempo?
Smith traía tras de sí, la irrupción del movimiento cultural, llamado Renacimiento. La transición de la Edad Media a la Edad Moderna, produjo grandes cambios en las ciencias y en la concepción del hombre, el mundo y Dios. El uso de la razón se hacía presente, no obstante, la religión ejerció una fuerte influencia por largo tiempo. Y a sus costados, se cernía la revolución de Francia y la independencia de Estados Unidos de América.
El estagirita Aristóteles, David Hume, Francis Hutchinson, Isaac Newton, Maquiavelo, Thomas Mun y Cicerón, entre otros, llevaron a Smith de la mano a edificar la obra monumental que, en el siglo XXI, la mayoría de los gobiernos, de distintas ideologías, no han sabido utilizar para guiar a buen puerto a una sociedad, ávida de justicia y libertad.
¿Cómo no reverenciar el legado de Smith, ensalzado por grandes filósofos y científicos, utilizado en la causa de la Revolución Francesa, admirado por Kant, Marx y rebatido por Bentham, defensor del mercado libre y, a la vez, crítico implacable de sus defectos?
Ética, virtud y justicia
Aristóteles ejerció fuerte influencia en sociedad, sus conocimientos se expandieron en distintos idiomas y latitudes del orbe. Hannah Arendt dijo: Platón debería considerársele un apóstol al promover la revolución del conocimiento en la humanidad. Y no se equivocó, él y sus discípulos cumplieron al iluminar el camino.
Adam Smith estudió con ahínco al filósofo Aristóteles, creador de la ética de la virtud. La Teoría de los Sentimientos Morales (TSM), comprende la evolución del hombre salvaje y moderno en el bien y el mal; la ética relacionada con la formación del carácter en el día a día, así como el establecimiento de reglas y preceptos.
La teoría de Smith tiene moderadas raíces en el estoicismo, aunque rechaza su fatalismo, de que solo mediante la perfección se logra el desarrollo del hombre. Para el escocés, la clave no es erradicar la pasión, sino moderarla. La moral, entonces, es la corrección, mientras que la virtud es excelencia.
Se adentró en conocer la conducta del hombre y al referirse al sabio y juicioso, dice, tiene propósitos más nobles que la fortuna, el rango y la reputación, es denominado prudencia. Habla de la prudencia del gran general, el gran estadista, el gran legislador, que se distinguen por combinar la prudencia con el valor, la benevolencia y el respeto hacia las reglas de la justicia, todo ello, sostenido con un adecuado autocontrol. Esta prudencia, cuando llega al máximo nivel, supone la mayor perfección de todas las demás virtudes intelectuales y morales. Es la mejor cabeza unida al mejor corazón. Es la sabiduría más perfecta combinada con la virtud más cabal.
Un grupo de estudiosos admite la enorme deuda de Smith con la sabiduría del estagirita. De acuerdo con Aristóteles, la mejor vida del hombre no se encuentra en la virtud ética, ni mucho menos en la vida dedicada a la beneficencia, sino en la vida de la contemplación, en el ejercicio activo del principio racional del alma. En el umbral de la sublime sabiduría, donde el hombre, es, mortal y divino a la vez.
Para Smith, la naturaleza humana es susceptible al cambio. Lo que permite resistir y corregir el egoísmo natural, algo más fuerte y vigoroso impulsa a la práctica de las virtudes divinas: no es el amor al prójimo, no es el amor a la humanidad. Lo que mueve es más fuerte y poderoso: es el amor a lo honorable y noble, a la grandeza, la dignidad y la eminencia de nuestro ser.
Incluso el mismo Smith evolucionó, al cambiar de parecer de que el hombre es por naturaleza egoísta, sentimiento que lo impulsa a la prosperidad de la sociedad y de sí mismo. Influido por Thomas Hobbes, autor del Leviatán, describe al ser humano como un animal egoísta que persigue únicamente su propio beneficio. David Hume, filósofo y amigo, lo hizo reflexionar, de tal modo que, al inicio de la Teoría de los Sentimiento Morales, comienza diciendo:
Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que la felicidad de éstos le resulte necesaria, aunque derive de ella solo el placer de contemplarla.
La justicia, la virtud más elevada de todas las virtudes, es indispensable a la sociedad para generar orden y progreso. Puede haber una sociedad sin el afecto de las familias, sin amor reciproco, solo por interés o utilidad (como la de los comerciantes). Se puede vivir sin beneficencia, incluso, pero no sin justicia.
Smith dice que el individuo tiene la sensación de que su seguridad, depende de la administración imparcial de la justicia. Pero, cuando el poder judicial está unido al poder ejecutivo, es casi imposible que no resulte sacrificada la justicia por lo que vulgarmente se llama política. Para que la persona se sienta plenamente segura de cualquier derecho no sólo es necesario que el poder judicial esté separado del ejecutivo, sino que debe tener la máxima independencia.
Las enseñanzas de la naturaleza: según Smith, el hombre es solo uno en la multitud, y en ningún sentido es mejor que cualquier otro en ella. El escocés aludía a la igualdad del hombre, a pesar de los distintos estratos socioeconómicos, porque es la fuerza, el valor y la prudencia las que le permiten sobresalir en la adversidad.
Smith estaba enteramente comprometido con la igualdad social, un firme promotor de la dignidad humana, diría Emmanuel Kant. El escocés, considerado “marxista” por su preferencia con la gente de bajos niveles económicos, estaba seguro de que el mercado libre era un medio para nivelar las desigualdades.
En la medida que un individuo procura orientar su actividad para que su producción alcance el máximo valor, según Smith, produce una opulencia que se extiende hasta los estratos más bajos. Es decir, se genera una justa distribución del ingreso. Dicha tesis, siglos más tarde, fue utilizada por el presidente estadounidense, John F. Kennedy, al señalar: al subir la marea todos los botes se elevan.
Smith, newtoniano hasta las cachas
Adam Smith nació en 1723, Isaac Newton tenía 81 años de edad, y la obra Principia matemática, irradiaba al mundo entero. En ambos, lo común fue la ciencia, uno discurrió en la física, y otro, en ciencias sociales. Los dos grandes hombres coincidieron en el principio y en el fin de sus vidas, y se distinguieron por desplegar profundos cambios en la humanidad.
La caída de la manzana llevó a Newton arrancar de la naturaleza el secreto de la Ley de la Gravitación, mientras, Smith aupado en los hombros de grandes hombres, se propuso levantar del suelo la manzana de la discordia, los derechos inalienables del hombre: libertad, igualdad y justicia. La Teoría de los Sentimientos Morales, las Lecciones de Jurisprudencia y la Riqueza de las Naciones, fueron trazados sobre esos principios.
La literatura especializada reconoce la influencia de Newton en Smith, pero ésta no ha sido abordada con especial atención, señala Leonidas Montes. Lo cierto es que Smith era newtoniano hasta las cachas: veneraba a Newton y su legado.
Al enterarse de que el tratado de Isaac Newton, Principia Matemática de filosofía natural fue durante varios años desatendida por el público, escribió: Es probable que el sosiego de ese gran hombre no haya sufrido por tal razón. Los filósofos naturales, en los juicios relativos al mérito de sus descubrimientos y observaciones disfrutan de seguridad y tranquilidad. El desdén del público a la obra de Newton, le hizo lo mismo que el viento a Juárez, podría haber dicho Smith.
La indiferencia hacia Newton tenía que ver con diversas corrientes del pensamiento, intricadas al poder, que se resistían aceptar las creencias que Newton profesaba en secreto, una faceta revelada tiempo después, en 1936, por John Maynard Keynes:
Newton no fue un adelantado en la era de la razón. Fue el último de los magos, el último de los babilonios y sumerios. Newton contemplaba el universo y todo lo que hay en él, como un secreto que podía leerse aplicando el pensamiento puro.
La creencia de Smith, anteponía la teología natural sobre la cristiana. La ciencia smithiana era profunda y aguda, aunque se basaba en la experiencia, su sistema era deísta, sustentado en la Naturaleza divina y la deidad estoica, pero no en el Dios trascendental de los cristianos. Newton y Smith comulgaban en la misma fe divina, la Naturaleza, Dios y el hombre.
No cabe duda que Smith adoptó la versión newtoniana para diseñar un modelo alternativo en la economía y la sociedad. Estaba consciente que había llegado la hora de establecer un sistema de filosofía moral alejado de la superstición, más simple, familiar y coherente con los nuevos tiempos.
En las obras sobre los sentimientos morales, el derecho y la riqueza, siempre trató de probar proposiciones y a construir un sistema que relacionara entre sí los hechos particulares en las causas y efectos que conlleva a generar orden y desarrollo. La teoría de los sentimientos moralesexpone una ciencia newtoniana de la moral, en la cual la simpatía aspira a jugar el mismo papel que la gravedad desempeñaba en la teoría de Newton, escribió Víctor Méndez Baiges.
Smith no solo se transformó en otro heredero de la imagen altamente idealizada de Newton, del brillante intelectual británico que poseía las claves de la naturaleza. Al describir el universo con palabras e ideas de Newton, también, veía al hombre, a la sociedad y a la economía en la misma tesitura, adaptadas cada parte a un todo.
En este sentido, dijo: Todas, incluso las más pequeñas de las partes que coexisten en el universo, se adaptan mutuamente a la perfección y todas contribuyen a componer un solo sistema inmenso e interconectado; incluso los más insignificantes, forman parte y parte necesaria de esa gran cadena de causas y efectos, y así como todos derivan la organización y diseño original del conjunto, todos son esencialmente necesarios no sólo para su prosperidad sino también para su mantenimiento y preservación.
La justicia es la fuerza motriz del modelo smithiano, vía el mercado libre, la libertad, la propiedad privada, la imparcialidad del estado de derecho, la división del trabajo, el Estado y las instituciones públicas, todas interconectadas, conllevan al progreso y desarrollo de una nación civilizada. La Revolución Francesa, enarbolada por influencia del escocés, todavía, resuena, en el siglo XXI, los principios con las que se erigió: libertad, igualdad y fraternidad, pero las imágenes de la tragedia con que fue acometida, a raíz de la destrucción de sus instituciones, los ayes y horrores fueron escondidos debajo de la alfombra del olvido.
Bibliografía y fuentes:
1.-Fleischacker, Samuel. Adam Smith y la Igualdad. Estudios Públicos. 2006.
2.-Hanley, Ryan Patrik. Adam Smith, Aristóteles y la Ética de la Virtud. Estudios Públicos. 2006.
3.-Méndez, Víctor. El Filósofo y el Mercader. Editorial Fondo de Cultura Económica. 2014. México.
4.-Montes, Leonidas. Sobre el Newtonianismo y la Teoría del Equilibrio Económico General de Adam Smith. Estudios Públicos. 2006.
5.-Smith, Adam. La Riqueza de las Naciones. Alianza Editorial Madrid. 1996. España.
La Teoría de los Sentimiento Morales. Alianza Editorial Madrid. 1970. España.
6.-El País. Las distracciones del señor Smith | Opinión | EL PAÍS (elpais.com)
7.-Revista Letras Libres. El inmortal Adam Smith | Letras Libres
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